Pablo Bermejo

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6 de septiembre de 2008

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La llegada de septiembre y el comienzo del nuevo curso suele inspirar en nosotros el deseo de ser mejores. Los deseos y buenas intenciones para uno mismo suelen ser más fuertes en esta época que en el comienzo de año. Es en septiembre cuando de verdad sentimos que todo comienza de nuevo y que ésta sí es nuestra oportunidad de convertirnos en aquello que deseamos. Es cuando nuestro deseo de ser mejores parece más al alcance de la mano, e incluso los más optimistas creen que esta capacidad de mejorar puede no tener fin, como decía Blaise Pascal: “El hombre se supera a sí mismo infinitamente porque siempre está en camino hacia la plenitud infinita”.

Aprovechando empujón que septiembre nos hace sentir, los kioscos y los espacios publicitarios se ven inundados de decenas de colecciones que intentan llenar ese hueco que sentimos vacío y que queremos llenar de nuevos conocimientos. Hay colecciones que realmente son una maravilla, y a veces no es mala idea entrar en una de ellas; siempre que no consista en la construcción de una maqueta para lo cual nos dan un palito de madera nuevo cada semana.

Luis Rosales decía: “Ser hombre es crecer para dentro”. Pensar que nuestra capacidad de crecer es infinita suena a palabrería barata. Pero, ¿alguien ha sentido alguna vez tocar límite dentro de sí? Hay tantos campos fértiles en nuestro interior ávidos de ser regados con buen criterio y periódicamente, que difícil me resulta creer que alguien haya llegado alguna vez a la plenitud de lo que puede llegar a ser como persona.

Esforzarse por ser mejores requiere energía; sin embargo, podemos llegar a ser peores continuamente sin tener que realizar el mínimo esfuerzo. Hace unas semanas, dijo el párroco de San José en misa: “No me escandalizo por el pecado de nadie porque entiendo la pasta de la que estamos hechos y a lo que podemos llegar”. Esta pasta, moldeable a cualquier edad, nos pide a gritos después de vacaciones que la alimentemos con obras y con saber. Escapemos de los síndromes “post-vacacionales” y aferrémonos a la ilusión de crecer hacia dentro.

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