+ Mons. D. Ángel Fernández Collado
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27 de marzo de 2021
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]on la celebración litúrgica del Domingo de Ramos, iniciamos la Semana Santa, un tiempo especial para contemplar y profundizar en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Días en los cuales acompañamos devotamente a Jesús y en los cuales debemos meditar en estos misterios tan importantes de nuestra fe. Para avanzar en este objetivo, normalmente nos ayudamos de diversas devociones piadosas, como el Vía Crucis, las procesiones o las representaciones de la Pasión. Este año las vamos a añorar, pues no todas podrán realizarse a causa de las restricciones a causa de la pandemia. El ritmo de la Semana Santa nos invita a adentrarnos con todo nuestro ser, a través de los Oficios, en estas celebraciones. Son don de Dios que afianzan nuestra fe, esperanza y caridad.
El Domingo de Ramos celebramos la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Este domingo recibe también el nombre de Domingo de Pasión, pues en este día damos inicio a la Semana de la Pasión del Señor. La Palabra de Dios nos narra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén montado en un “borriquillo” y aclamado por el pueblo con cantos y palmas en sus manos, y también escuchamos devotamente la narración de la Pasión y Muerte del Señor.
Dos grandes contrastes se nos hacen muy presentes: la aclamación de Cristo por el pueblo como Rey, entrando en Jerusalén: «Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel. Hosanna», y su trágica Pasión y Muerte en la Cruz.
Miremos en nuestro corazón, al celebrar la Semana Santa, descubramos algunos de los sentimientos que experimentó Jesús ante su Pasión e intentemos vivirlos con Él para comprenderla mejor:
Sentimiento de angustia en el corazón de Jesús. Jesús se retira a orar con tres de sus Apóstoles en el Huerto de los Olivos. Ellos se quedan dormidos, a pesar de que les había transmitido sus sentimientos más íntimos: «Tengo el alma llena de una tristeza mortal». También nos dice el Evangelista que Jesús “empezó a sentir terror y angustia”.
En esta situación, Jesús pronuncio una oración impresionante: «Padre, Tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres». Oración modelo para los momentos difíciles que a todos se nos presentan: “Señor, Tú me conoces, Tú sabes lo que quiero, Tú lo puedes todo. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya; lo que Tú quieras, Señor, no lo que yo quiero”. Así debe ser la oración del que desea seguir a Cristo. Así debe ser la oración del que sufre: no pedir que le sea retirado el sufrimiento, sino pedir la gracia para poder aceptarlo como lo que es: una gracia de purificación, de redención. Pedir la salud del cuerpo y del alma, y aceptar con fe y confianza estos hechos que aparecen en nuestra vida.
Tristeza de Jesús al encontrar dormidos a los Apóstoles que le habían acompañado en la oración. Jesús expresa su tristeza a los apóstoles por su falta de solidaridad, de acompañamiento, y le dice a Pedro: «Simón ¿duermes? ¿No has podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil». La oración, que es una herramienta poderosa, es indispensable para poder seguir a Cristo, pues la tentación siempre se hará presente para alejarnos de Él.
Soledad y abandono. Jesús lo experimenta ya durante su Prendimiento. Dice el evangelista que «todos lo abandonaron y huyeron». Ya lo había anunciado Jesús a los discípulos: «Todos vosotros os escandalizaréis», pero no lo entendieron y, llegado el momento, el miedo se apoderó de ellos.
En el momento importante de la muerte de Jesús en la Cruz ¿quiénes estaban al pie de la cruz? Solamente su Madre, algunas mujeres y el joven apóstol san Juan. ¿Y los otros Apóstoles? Pedro se escandalizó de él y lo negó tres veces. ¿Cuál hubiera sido o es nuestro comportamiento ante la cruz y ante Jesucristo crucificado? Tal vez rompamos a llorar como Pedro al darnos cuenta de nuestro comportamiento cobarde.
Conciencia de que es el Hijo de Dios. Así lo experimenta y expresa en el interrogatorio ante Pilatos: «¿Eres tú el Rey de los Judíos?»Jesús no niega que lo sea, simplemente precisa: «Tú lo dices. Mi Reino no es de este mundo» (Jn. 18, 36). Y si el Reino de Cristo no es de este mundo, ¿de qué mundo es?, ¿cuándo se instaurará? Jesús lo anuncia claramente: «Verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios Poderoso y viniendo sobre las nubes del cielo»(Mt. 26, 64).
El Reino de Cristo, aunque ya comienza a estar dentro de cada uno de los que lo siguen y cumplen la voluntad de Dios, se establecerá definitivamente en la Parusía, al final de los tiempos, cuando Cristo venga a establecer los cielos nuevos y la tierra nueva, cuando triunfe definitivamente sobre el demonio y todo mal.
Preparémonos a conciencia para vivir estos días importantes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. No olvidemos la necesidad de acompañarlo muy de cerca pues le decimos que somos sus amigos, sus testigos y apóstoles.
Feliz y Santo Triduo Pascual.