Hace unos días celebrábamos el Jubileo sacerdotal en la fiesta de San Juan de Ávila. Tres sacerdotes celebraban sus bodas de plata. Al finalizar la Eucaristía, cada uno daba su testimonio. Fue bello escuchar como hacían un repaso a su vida sacerdotal en un tono de acción de gracias.

Recordar los momentos vividos siempre es un acto de volver a la propia historia personal. Volver a las fuentes de la propia existencia es repasar los cimientos donde estamos sustentados. Somos lo que hemos vivido y lo que deseamos conseguir. Nuestra historia es una tensión entre el pasado y el futuro que queremos construir.

Hoy Jesús nos dice que, en los momentos de desierto, sequedad, abandono, debemos recordar los momentos en los que nuestra fe ha vibrado con tremenda alegría. Revivir los momentos fundamentales de la fe donde se basa el cimiento de nuestra historia.

Jesús va a dejar de estar con los discípulos. Dejará de estar con ellos. Todo va a cambiar. Jesús vuelve a recordarles que es el tiempo del Espíritu. Es el tiempo de renovar la llamada, las preguntas profundas y las respuestas a la invitación del seguimiento. 

El Espíritu es quien lo recordará todo. Y ese todo son los fundamentos de nuestro corazón. Este Espíritu de Dios será el que dirige, el que provoca nuestras respuestas, el que anima en el camino. El Espíritu es el que nos recuerda donde está la verdadera respuesta al seguimiento.

En ocasiones todo se nubla, todo parece vacío y falso. Nos sentimos abandonados. Jesús no quiere que perdamos la fe. Que dejemos de creer en su Palabra. Él ha venido a que tengamos vida. Su promesa no se ha perdido ni olvidado. Quizá nos hemos separado de su Amor. Necesitamos volver a recordar sus palabras al corazón.

Es el deseo de Jesús que sigamos creyendo, que no se pierda ninguno. La dificultad no debe hacernos vacilar ni perder la esperanza. Es el Espíritu el que nos acompaña. Volvamos a Él. Es tiempo para seguir creyendo.

José Joaquín Tárraga Torres
Delegado diocesano de M.C.S