Antonio García Ramírez.

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21 de julio de 2024

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Primero escuchar. El proyecto misionero necesita de revisión. El apostolado de los que obedecen al Maestro no termina en las fronteras ni en los caminos. Han de regresar al Padre que les envió. Ahora, cansados y fatigados por la labor inmensa e inacabable, tienen quién los escuche. Nunca valoraremos lo suficiente este trabajo humano y rehabilitador que es la escucha. Freud contaba que había intuido su psicoterapia de la cura por la escucha fijándose en el sacramento de la confesión de los católicos. Y bien sabemos la liberación que supone dicho sacramento para poder seguir trabajando nuestro proyecto personal de vida.

Luego juzgar como Jesús. Pocas metáforas tan potentes y expresivas como ésta. Retrato de un sin fin de experiencias individuales y comunitarias. Fotografía social de perfiles humanos dramáticos y angustiados. El que nos envía de dos en dos a curar dolencias y enfermedades, es él que nos invita a mirar las realidades desorientadas, como si de un naufragio se tratara. Ya que son muchas las pérdidas y tristezas que acumulan tantas personas a lo largo de sus años. Cargas sobre unos hombros que desean sostener el peso del mundo, pero bien sabemos que pueden terminar sobrecargados y con las espaldas rotas.

Por último, la compasión. Jesús, el buen samaritano, vio y no dio un rodeo. Al contrario, se compadeció después de ver. Mirar, juzgar y actuar. El que mejor escucha es el que sondea los latidos humanos cuando están a punto de pedir la rendición. Compasión es lo que necesita urgentemente nuestro mundo, habitado en sombras de muerte y violencia. Corazón compasivo y misericordioso que deberíamos imitar todos los días de nuestra vida. La piedad que pedimos es la simpatía que deberíamos de ofrecer ante el hermano solo o desamparado.

 

Antonio García Ramírez