José Joaquín Tárraga Torres
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8 de febrero de 2020
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Jesús es claro: vosotros sois sal y luz. Partimos de ahí. Estamos en búsqueda de nuevos evangelizadores con espíritu. Gente que tenga salero, que sepa animar las comunidades. Gente que sepa irradiar sabor en la familia, alegría en el trabajo, esperanza a los compañeros. Se buscan seguidores de Jesús que iluminen los momentos malos de la vida, mantengan la certeza de la fe y sean contrapunto a esta sociedad de crítica y división.
En nuestros grupos y ambientes estamos necesitados de estos nuevos discípulos que pongan sal a la vida, sabor a una sociedad rancia que divide, encorseta y clasifica a las personas.
Jesús, en el Evangelio de hoy, es claro al afirmar el peligro: volverse sosos, insípidos, oscuros, apagados… Nuestra fe no pasa por la tristeza o la desesperanza, sino por la creatividad activa.
El tema de la luz es recurrente en toda la Sagrada Escritura. La luz simboliza lo divino, la gracia salvadora. En el día de hoy, donde Manos Unidas nos recuerda que un mundo nuevo es posible, ser luz se identifica con las bienaventuranzas, con dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, denunciar la injusticia y ayudar al prójimo en sus necesidades. Ser luz es estar atento para levantar al caído y al olvidado.
No somos nosotros la luz, sino que la luz es Jesucristo. Por eso, debemos llenarnos de la presencia de Cristo para poder ser saleros y lámparas encendidas. Lo primero es encendernos cuidando el trato de amistad en la oración y la Eucaristía. Decía San Francisco Coll que “una luz enciende otra luz”. Entendamos, así, nuestro ser misioneros y evangelizadores al estilo de Jesús: contagiar la alegría del Evangelio, sembradores de misericordia y hospital de campaña para los descartados de la sociedad.
Nuestras comunidades están necesitadas de un nuevo sabor y de nuevos colores: sal y luz de Jesucristo. Que su Luz encienda nuestra luz. Y, así, ser luz y sal para el mundo. ¡Ole!