Manuel de Diego Martín
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23 de julio de 2011
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Desde que Zapatero dijo aquello de que el concepto de nación es discutido y discutible, un cierto escepticismo nos envuelve cuando ya no sabemos qué decimos cuando decimos España. Tampoco es fácil entender qué decimos cuando invocamos a Santiago como “Patrón de España”.
Para entender la nación española no podemos prescindir de sus valores religiosos ni de sus raíces cristianas. Precisamente fue en Santiago de Compostela donde el Papa Juan Pablo II pronunció aquella frase histórica llena de profetismo. “Europa, no olvides tus raíces cristianas”.
Para entender a España como nación hay que verla desde su historia cristiana. Como nación se fue gestando en la época visigótica y consiguió su unidad cuando superando divisiones y cismas celebró el Concilio III de Toledo en tiempos del rey Recaredo. Y cuando el Islam la rompe en pedazos y parece hacerla desaparecer del mapa rompiendo su identidad, la va recobrando poco a poco a través de siglos de reconquista hasta llegar a culminar la unidad de España con los Reyes Católicos. Y el Imperio español se proyecta al Nuevo Mundo en una tarea colonizadora y evangelizadora y España es parte determinante para frenar la expansión del imperio turco en Lepanto. Santiago Apóstol, fue el protector en todas estas empresas y el catalizador de su unidad nacional. Aquí se cumplen al cien por cien lo que nos recuerda tantas veces Benedicto que el factor religioso es una fuerza privilegiada para dar unidad y cohesión a los pueblos.
Vemos hoy con cierta tristeza que el País Vasco de Bildu no quiera ser España. También muchos catalanes se sienten cada día más y más lejos de ella. Son libres para pensar y defender lo que quieran siempre que lo hagan por medios democráticos. De todas formas hoy, aunque no sientan a Santiago como su Patrón puesto que no se sienten España, al menos pedimos a nuestro gran Apóstol que cuide de estos pueblos y de todos nosotros para que nunca perdamos nuestras raíces cristianas.