Manuel de Diego Martín
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12 de mayo de 2012
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Pasado mañana celebraremos la fiesta de S. Isidro, patrón de los labradores. Este santo madrileño del siglo XII supo vivir, aún siendo un trabajador del campo, la regla de S. Benito dada a los monjes que decía: “ora el labora” Dedicaba horas a la oración y aunque una piadosa tradición dice que los Ángeles le echaban una mano para arar con los bueyes, seguro que este hombre sudaría la camiseta y se gastaría las albarcas en el terruño que para eso era santo. Tardó siglos en ser canonizado, pero tuvo la suerte de serlo junto a otros dos grandes santos españoles, Francisco Javier e Ignacio de Loyola.
Si la crisis nos envuelve a todos, podemos decir que se está cebando de una manera especial en el campo. Si ya hace más de cincuenta años Juan XXXIII en la encíclica “Mater et Magistra” decía aquello de que la agricultura es la cenicienta de la sociedad, ahora la ceniza nos salpica por todas partes.
Hablaba hace unos días con un dirigente de la Asociación de Jóvenes Agricultores y me decía que la situación es insostenible. ¿Por qué? Por los grandes costes de producción y los precios ridículos de venta. Hace falta con urgencia una política agraria que asegure precios razonables en los carburantes, semillas y fertilizantes y luego un precio justo en la venta de los productos. De otra manera no hay futuro. Esto hace que nos quedemos sin jóvenes que quieran recoger el relevo y esto supone un gran problema.
En la fiesta de S. Isidro el Movimiento Rural Cristiano celebra su DIA y lo hace con este lema: “Los Niños rurales nuestro orgullo” En su comunicado nos hacen ver las grandes oportunidades que tienen los niños en los pueblos pero a la vez las grandes carencias. Los niños al vivir en el pueblo aprenden los grandes valores de la cercanía, el amor a la tierra, a las tradiciones de los mayores, pero a la vez se les pueden cerrar las puertas al futuro y no tengan más remedio que irse de los pueblos.
Pidamos a S. Isidro que nuestros pueblos conserven su fe y tradiciones cristianas, y que los niños y jóvenes encuentren futuro en ellos porque hay una justa política agraria que se lo asegura.