Manuel de Diego Martín
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28 de julio de 2012
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¡Cómo recuerdo de chico la fiesta de Santiago Apóstol! En aquellos tiempos en que no había cosechadoras, se trabajaba en las faenas de la recolección todo el verano sin parar. Los domingos también. A las cuatro de la mañana sonaban las campanas, íbamos a misa, después cogíamos las caballerías y al campo a segar todo el día. En medio del verano llegaba la fiesta del Apóstol ¡Qué gozada! Ese día no se trabajaba, nos vestíamos de fiesta y a misa de doce que era cantada.
Esta fiesta era muy grande porque era el día del Apóstol, patrón de España. De niños aprendimos que en los primeros tiempos llegó Santiago par anunciarnos el evangelio y que en Galicia se encuentra su sepulcro. La Reconquista se hizo bajo la protección del santo y lo veíamos en los libros montado a caballo en medio de las batallas. Es decir, bajo su protección dábamos caña a los moros que nos habían invadido. Los Conquistadores de América llevaban el estandarte de Santiago y a muchas ciudades dieron su nombre en el nuevo Continente. Así pues a lo largo de la historia no podíamos entender a España sin Santiago ni a Santiago sin España. De él recibimos la fe cristiana y con su patrocinio la hemos conservado a través de los siglos.
El miércoles pasado celebrábamos la fiesta de Santiago Apóstol. ¡Ay! ya no es lo mismo que en otros tiempos. Casi se ha quedado como un día cualquiera. Además por aquello de la secularización, vemos muchísima gente que ya no tiene fe cristiana, pasan de Santiago y también pasan de España. En una palabra, que nos quedamos sin saber qué es España y hemos perdido aquella hermosa fiesta que nos recordaba que éramos españoles y seguidores de una tradición cristiana.
Dicen los estudiosos que los pueblos necesitan ideales comunes, símbolos y grandes hechos que los cohesionen, les ayuden a sentirse vertebrados como en un gran pueblo. Y afirman que esta fuerza integradora para muchos está siendo hoy el fútbol. De tal manea que aquello “de Santiago y cierra España” se ha convertido hoy en “San Iker Casillas y cierra España”. Es decir, con los futbolistas y sus triunfos todos nos sentimos españoles y sacamos nuestra bandera. En estos tiempos de euforia futbolística hasta los niños van a sus escuelas de verano con la bandera española pintada en la cara.
Si el fútbol hace que todos los que habitamos la Península nos sintamos españoles, bendito sea. Pero no olvidemos que España viene de muy lejos. Que de este Apóstol recibimos la fe cristiana. Y que él ha sido un gran capitán que nos ha hecho ganar a lo largo de la historia muchos partidos para hacer grande a España. No olvidemos que la mejor copa ganada que tenemos es nuestra fe cristiana.