Antonio Abellán Navarro
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16 de diciembre de 2006
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El 16 de diciembre de 2.006 iniciaba su ministerio episcopal en nuestra diócesis nuestro nuevo Obispo, D. Ciriaco Benavente Mateos, y en los gestos de la ceremonia, desde los ritos litúrgicos hasta la acogida calurosa del pueblo de Albacete, todo rezumaba del sentido de la vida episcopal de un hombre que ha consagrado su vida, por vocación divina, al servicio de la Iglesia que vive en estas tierras. Y es que la principal preocupación del Obispo ha de ser la solicitud constante por la Iglesia de Cristo en la diócesis que le ha sido encomendada, poniendo en un segundo plano todo lo demás.
Una buena cosa es comenzar esta nueva etapa acudiendo a la intercesión de San Ciriaco, de quien lleva el nombre nuestro Obispo. San Ciriaco, diácono, vive en Roma en el siglo IV d. C. y destaca por el gran apoyo que presta a los cristianos condenados a trabajos forzados, y aliviando la indigencia de muchos, construyendo incluso una iglesia. Después de sufrir la prisión, bañado con pez derretida, y extendido en el potro, le descoyuntaron los miembros. Por último, junto a otros veinte compañeros, hombres y mujeres fue degollado por orden del emperador Maximiano en la vía salaria. Su sepultura fue solemnizada por el Papa San Dámaso un 8 de agosto, por lo que en este día se celebra su fiesta.
La historia de la Iglesia está llena del hermoso testimonio de los mártires. Con ocasión del Gran Jubileo del Año 2000, el Siervo de Dios Juan Pablo II encargó a una comisión que preparase un catálogo sobre los mártires a lo largo de la historia. Han sido millones los hombres y mujeres que han dado su vida por el Evangelio. La mayoría en el siglo XX. Podemos considerar que, por los obstáculos que han puesto los hombres, es un verdadero milagro que la Iglesia siga existiendo aún. Es la prueba de que es Dios quien la dirige, de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Esto no es sino un motivo de esperanza, no solo para la Iglesia, sino para toda la humanidad.
En un mundo tan falto de valores, destaca el testimonio del mártir, que antepone a todo su fidelidad a Jesucristo y a su mensaje. La historia de los mártires supone un gran movimiento capaz de suscitar el entusiasmo en toda la Iglesia, en todos nosotros.
Esta nueva etapa, que supone el estreno de un nuevo pontificado en nuestra diócesis, nos llena de ilusión y fomenta la esperanza, al tiempo que nos anima a ser fieles a nuestra condición de cristianos, como los mártires, hasta las últimas consecuencias.