Manuel de Diego Martín
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28 de mayo de 2016
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Estos días se está celebrando en Estambul (Turquía) la gran cumbre de la Humanidad.
Esta gran reunión tiene como objetivo salvar a las gentes de todas aquellas embestidas que sufre de los mismos humanos y que la están hundiendo en la más absoluta miseria. A esta Cumbre asiste también el Secretario de Estado del Vaticano Mons. Parolini y el Papa ha puesto mucha esperanza en ella y nos invita a rezar por la misma.
También le miércoles pasado celebrábamos el “Día del Niño desaparecido” Y El Papa hacía una llamada urgente a cortar esta inhumana sangría de niños que desaparecen para utilizarlos después con fines perversos y decía que todos los Niños puedan volver a su entorno natural, con sus padres, que es el lugar de su posible crecimiento en armonía afectiva y humana. Naturalmente dentro de este crimen que clama al cielo, está ese otro peor, que es hacer desaparecer a niños del todo, donde ya no hay posible vuelta atrás, son las prácticas abominables del aborto.
Recordando estas fechas que son llamadas de urgencia a construir una Humanidad mejor, nos encontramos los cristianos celebrando la Fiesta que relumbran más que el sol y que es un motivo de esperanza para la Humanidad, me refiero a la fiesta del “Corpus Christi” Otros nombres para llamar a esta fiesta sería el “Día del Amor Fraterno” o el “Día de la Caridad” Pudiéramos añadir, ya que estamos en el Jubileo de la Misericordia, la mejor manera para expresar la fiesta que hoy celebramos sería “Día de la Misericordia Divina” Pues celebrar el Misterio del Cuerpo de Cristo, es celebrar que Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, por amor entregó su vida a una muerte de cruz para arrancarnos del pecado y de la muerte. Es celebrar que El nos dijo aquello de “dadles vosotros mismos de comer” a todo el que tenga hambre. Es celebrar que lo que hagamos a cualquiera de bien o de mal, tendremos que dar cuenta de ello ante el Juicio final. ¡Qué responsabilidad!
Así pues, podemos decir que esta fiesta que celebramos cada año es la mejor Cumbre de la Humanidad, donde sentimos la llamada a luchar por salvar a todo hombre para que viva con dignidad. Empezó el Jueves Santo y tiene que seguir hasta el final de los tiempos. No podemos conformarnos con adornar las calles o alfombrar las plazas para que pase el Señor. Esto está muy bien, pero la urgente llamada de Jesús es un compromiso radical por el ser humano, para salvarlo de toda inhumanidad que sufra.
El otro día me contaba una amiga que todos los miércoles un grupo se reúnen a la misma hora y en la misma calle en la que en una clínica de nuestra ciudad practica los consabidos abortos como protesta para rezar el santo Rosario y que están teniendo dificultades porque algunos colectivos están encabritados con este grupo. Que tengan coraje y sigan adelante, pues hacer esto es alfombrar las calles para que pase el Señor y no sea el Diablo con su inhumanidad el que se apodere de nuestras casas.