Manuel de Diego Martín
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6 de enero de 2007
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Estos días se ha creado una cierta polémica con la Catedral-Mezquita de Córdoba. Se trata de la reivindicación que el converso al Islam, el español Mansur Escudero, está liderando, que consiste en pedir que este templo sea un lugar de oración compartido por cristianos y musulmanes. ¡Qué hermoso, parece decirnos, que todos los hijos de Abraham, cristianos, musulmanes y judíos puedan compartir espacios de oración! Así pues esta pretensión, con apariencia de bien, no deja de llevar un poco de malicia política. .
La respuesta del obispo de Córdoba no se ha hecho esperar. Ha dicho textualmente que “el uso compartido del templos generaría confusión en los fieles y daría pie el indiferentismo religioso “Tampoco se ha hecho esperar la respuesta airada de un teólogo de la progresía criticando al obispo que en vez de abrir caminos de encuentro y reconciliación, pretende seguir en la confrontación. A mi parecer el obispo de Córdoba lleva más razón que un santo. A todo lo que D. Juan José dice, habría que añadir los líos prácticos que conllevaría compartir lugares de culto. Recordemos un poco lo que pasa en la Basílica del Santo Sepulcro, y allá todos son cristianos, los conflictos que se arman entre armenios, ortodoxos, coptos y católicos…
A veces, a mis feligreses, por picarles el amor propio, y animarles a venir más a la iglesia, les digo. Si por nuestra pereza, desidia, vamos dejando el templo vacío, un día se lo tendremos que ceder a nuestros hermanos musulmanes para que ellos sigan rezando al buen Dios. Esto va un poco en broma. Bien sabemos que ese día en que tomasen posesión quedarían las paredes desnudas, arrancarían la cruz, las imágenes, los hermosos cuadros del vía crucis, ¿romperían las vidrieras? Yo que sé. Difícil sería armonizar cultos y el escenario apropiado para el mismo para que un mismo lugar pudiera ser a la vez iglesia, mezquita o sinagoga.
A mi se me ocurre que lo que los Ayuntamientos pueden hacer es que todos los pueblos tengan salas multiusos. Allá un día los judíos celebran su pascua, los musulmanes su ramadán, los del Zen sus sesiones teosóficas, y los cristianos si no tienen otro lugar, sus celebraciones, pero serían salas sin símbolos religiosos, o fácilmente intercambiables. Así pues lo mejor es que las iglesias, sigan siendo iglesias; las mezquitas; y las sinagogas, sinagogas y de esta manera todos en paz y buena vecindad.