Manuel de Diego Martín

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6 de diciembre de 2014

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Hace unos días salió a la luz pública un libro escrito por el joven profesor Javier Alejandro León Casas, investigador de nuestra reciente historia sobre el paso del franquismo a la transición democrática en nuestra provincia, titulado “Sagato” Jóvenes por el cambio (1976-79).

¿Veo la realidad o estoy soñando? Sí, sí, es la realidad. ¿Qué es eso de Sagato? Corría la década de los años setenta. Yo era entonces Consiliario del Movimiento de Jóvenes de Cursillos de Cristiandad. Teníamos nuestra sede en un viejo caserón de la Diócesis en la C/Feria. En la Casa de Ejercicios organizábamos convivencias de tres días para recoger a los jóvenes mas perdidos y ponerles en el buen camino. Muchos chavales salían de aquella experiencia que se comían el mundo.

Por tanto después teníamos un tiempo de formación. Por nuestros salones pasaban muchos jóvenes cada noche. No se trataba solo de rezar, sino de dar una formación cristiana, de conocer el evangelio. En aquel momento del Concilio Vaticano II comprendíamos que para ser cristianos había que salir al mundo. Había que hacer una sociedad más justa, más libre. Ya en algunos jóvenes se percibían preocupaciones sindicalistas o políticas.

De aquellas reuniones, entre los dirigentes, más concienciados surgió la idea de que teníamos que hacer algo para crear conciencia en la sociedad, no podíamos quedarnos en nuestras salas. Empezamos haciendo un pequeño programa de Radio “Chimenea” que pronto cayó por ser demasiado rompedor. Luego hicimos una pequeña revista “Altozano” que era financieramente cara y además tenía también problemas para pasar la censura. Es así como llegó la idea de publicar una columna semanal, primero en la “Voz de Albacete”, después en el periódico “La Verdad”, en el que intentábamos analizar en grupo lo que iba sucediendo, visto el tema, lo redactábamos y lo enviábamos al periódico que salía bajo la responsabilidad del correspondiente director.

Fueron aquellos unos años muy hermosos, cargados de ilusión y esperanza. Aquellos jóvenes no tenían tiempo de aburrirse, no necesitaban de botellones ni de marchas nocturnas. Nuestros fines de semana estaban supercargados, los empleábamos en evangelizar, llevar a la Casa de Ejercicios a más jóvenes, celebrar eucaristías dominicales, entre las guitarras y en los que los jóvenes mismos hacían sus comentarios. También preparamos festivales. Teníamos también que seguir formando a los muchachos que habían hecho los cursillos. Y muchas tardes de los sábados y domingos eran para visitar, con nuestras guitarras, centros de acogida, Asilo, Cotolengo, Psiquiátrico, el barrio el Cerrico…Y un grupo de ellos, los más concienciados, teníamos una noche cada semana el “Sagato”, es decir una tertulia debate para analizar los acontecimientos de nuestro entorno. Luego salía el artículo, que para algunos era ya esperado y que a veces levantaba ampollas.

Mira por dónde, aquella labor es ahora motivo para que un historiador recoja todo aquello y cuarenta años más tarde nos diga que aquello fue muy bueno para ir creando entre nosotros una nueva cultura y abrir caminos a la convivencia democracia.

No puedo por menos que agradecer en aquellos jóvenes su pasión y la dedicación de su tiempo para hacer una sociedad mejor. Agradecer también a Javier, el autor, que haya tenido este recuerdo para aquella tan hermosa experiencia juvenil.