Pablo Bermejo

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17 de mayo de 2008

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Casi todos le explicamos a alguien de vez en cuando por qué ignoramos algún Sacramento. Por ejemplo, respecto a la Penitencia, se suele decir que a Dios no le sirve de nada que le contemos nuestros pecados a un Sacerdote, entre otros motivos porque Dios todo lo sabe. Sin embargo, si pensamos en lo que ocurre al portarnos mal con nuestros padres, mejor amigo o con nuestra pareja, vemos que estos saben con toda certeza cuán arrepentidos estamos por dentro y, sin embargo, quieren que se lo digamos en voz alta. Además, nuestra naturaleza es de tal manera que el hecho de pronunciar los motivos por los que nos sentimos mal nos ayuda a crecer como personas y nos sentimos más cercanos a la persona a quien pedimos perdón.

Por otra parte, ¿quién es el sacerdote para perdonarnos o para bautizarnos…? Esta pregunta no puede ser contestada pues está mal formulada. El sacerdote es un Ministro, un intermediario. Como mejor respuesta se encuentra un argumento de autoridad, San Agustín, que dijo (las palabras exactas dependen de la traducción): ‘Cuando Pedro bautiza, es Cristo quien bautiza. Cuando Pablo bautiza, es Cristo quien bautiza’. De hecho, los Sacramentos se otorgan en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Estamos tan equivocados respecto al verdadero sentido de los Sacramentos, que a veces parece que nos preparamos para recibirlos de la gente que nos rodea. La madre de un amigo es modista en una de las boutiques más caras de Albacete, y contaba el otro día cómo se incrementan en mayo las ventas de vestidos por las comuniones y bodas. ¿Esperamos comulgar en el nombre de Zara, o en el de El Corte Inglés?

Elegimos a la carta los Sacramentos que sí tienen sentido recibir y los que no. Cuando llega el día de decidir casarse, muchos no creyentes acuden corriendo a una parroquia a pedir hora con un año de antelación. Respecto a la Unción de los Enfermos, hasta un no creyente se queda más tranquilo cuando su familiar enfermo la recibe.

Los Sacramentos son siete, de los cuales un no religioso puede llegar a recibir seis. En mi opinión es tan importante recibirlos como prepararse para ellos. Y el mejor modo de prepararse es informarse de manera neta, sin prejuicios ni manipulaciones de su verdadero significado. Para ello, lo más apropiado es, de nuevo, acudir a cualquiera de los Ministros de la Iglesia y preguntarles a ellos.

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