Manuel de Diego Martín

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5 de junio de 2010

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Los Obispos españoles de la Comisión Episcopal de Apostolado Social, han enviado a las comunidades cristianas un hermoso mensaje para recordarles que los sacerdotes deben ser los hombres de la caridad. Han querido unir la fiesta del Corpus, fiesta del Amor fraterno, con el Año Sacerdotal que en pocos días quedará clausurado.

Esto tiene su lógica. Dice un principio filosófico que si dos cosas son iguales una tercera es igual entre sí. Podemos añadir que si dos realidades están intrínsecamente unidas a una tercera, necesariamente están unidas entre sí. La Eucaristía es la expresión más grande del amor de Dios que se manifiesta en las palabras de Jesús: “tomad y comed”. Dado que los sacerdotes tienen el ministerio de hacer la Eucaristía ya que recibieron esta encomienda del Señor “haced esto en memoria mía”, no pueden por menos que ser ellos mismos los hombres de la caridad.

Los Obispos explican esta urgente misión de caridad entre los sacerdotes por tres razones. En primer lugar, por la ordenación, ellos han sido configurados a ser como Cristo, Cabeza y Pastor. Así pues, los presbíteros no pueden por menos que sentir pasión y amor por todos aquellos que les han sido confiados, sobre todo los más pobres. Esta fue la pasión de Jesús, buen Pastor.

Si los presbíteros han sido configurados para Ser con Cristo, Sacerdote y Víctima a la vez en el Altar, es incomprensible que sacerdotes que digan aquellas palabras de “esta es mi sangre derramada…” luego no estén dispuesto ni a dar una gotita de sudor a favor de los demás.

En tercer lugar si los sacerdotes, por su ser y misión, están llamados a ser los animadores de las comunidades cristianas, y una comunidad no puede por menos que ser servidora en la caridad, puesto que sigue a Jesús, el que vino a servir, no a ser servido, sería la más absurda contradicción animar algo de lo que uno no quisiera saber nada. He aquí las tres grandes razones que nos están gritando que los sacerdotes deben ser los hombres de la caridad.

En estos momentos tan difíciles de crisis, tiempos en que tantas pobrezas quedan al descubierto, saber que hay tantos buenos hombres, que humildemente intentar vivir aquello para lo que han sido llamados, es decir ser servidores de la caridad, no puede dejar de ser un motivo de esperanza. En el día del Corpus, demos gracias a Jesús porque nos dejó el gran don del sacerdocio.