Pablo Bermejo
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20 de septiembre de 2008
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Aquí en Albacete solemos decir que el final de las vacaciones de verano se ve un poco aliviado gracias a que llegan los diez días de Feria. Mientras que algunos ni siquiera la llegan a visitar, otros muchos se pasan casi los diez días de fiesta, bebiendo mojitos y comiendo y cenando longaniza a la plancha.
Mi amigo Ricardo invitó a sus compañeros de Alicante a pasar el fin de semana en la Feria, y estos se hospedaron en un hotel de tres estrellas. Quedé con Ricardo en ir por la tarde del viernes a recoger al hotel a sus amigos y enseñarles todo el complejo ferial. Sin embargo, al llegar ellos ya habían comenzado su propia fiesta. Tanto les había hablado mi amigo de la fiesta salvaje en la Feria y de los mojitos que ya habían comprado lo necesario para hacer mojitos cubanos y estaban bastante borrachos en la habitación. Casi todos tienen 27 años, así que asustaba bastante ver a cuatro personas de esa edad actuar como auténticos locos: habían sacado la puerta del baño de sus bisagras y, como no podían volverla a poner, rompieron una bisagra y dejaron la puerta fija pero sin poderse abrir o cerrar. La habitación tenía hielo derritiéndose en el suelo y la hierba buena parecía parte de la decoración de las colchas. Mi amigo quería salir de allí cuanto antes y les metió prisa; sin embargo, uno de ellos comenzó a enfadarse mucho porque se había olvidado la correa… y no se le ocurrió otra cosa que arrancar el cable del teléfono y atárselo alrededor del pantalón.
Viendo la situación, yo ya no pude evitar reírme mientras Ricardo me decía que no entendía lo que les pasaba, que en Alicante eran bastante más formales. Por fin salimos del hotel antes de que nos llamaran la atención y dimos una vuelta hasta llegar al Templete. Allí les dejamos bailando mientras íbamos a por unos Miguelitos de La Roda. Al volver, se los comieron dejándose la boca y las ropas manchadas de crema y hojaldre mientras saltaban para coger unos de los gorros que se tiraban al aire…
Al día siguiente yo ya no fui al hotel, pero me comentó Ricardo que la situación en la habitación era similar y que estaba seguro de que recibirían a lo largo de la semana siguiente una llamada del hotel porque habían dejado todo destrozado.
El caso es que me pregunté por qué unas personas pueden cambiar tanto cuando les dan un motivo, como por ejemplo en este caso por comentarles durante semanas que nuestra Feria es sinónimo de fiesta sin fin y sacar lo más salvaje de dentro. Esa excusa les sirvió para sacar algo de ellos y crear esos estropicios en una habitación que no era suya. Algo similar ocurre con los turistas ingleses y escoceses que vienen a propósito a la costa para hacer fiestas bastante salvajes, pues esa es la imagen que allí tienen de España. Me pregunto cuánto nos hace la vida guardar en nuestro interior para que en algunas personas haya estos tipos de explosiones. Al menos, el ser conscientes de que esto ocurre creo que permite conocernos mejor y hacernos una idea de qué es lo que pasa en la vida interna de los que nos rodean.
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