Manuel de Diego Martín

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23 de junio de 2012

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Hoy nuestra ciudad de Albacete y muchos pueblos de la provincia celebran sus fiestas patronales, celebran la fiesta de su santo patrón S. Juan Bautista.

Fui bautizado en la parroquia de S. Juan Bautista de un pequeño pueblo de Burgos. Allí también están hoy de fiesta. En aquel tiempo, los años cuarenta, si un niño nacía de padre desconocido, o de un padre que no quería reconocer a su hijo, allí estaba S. Juan para dar paternidad a aquel niño. De esta manera la criatura en el registro civil tenía como madre a su progenitora y como padre a Juan Bautista. Recuerdo que un tiempo en que se dieron varios casos a la vez, una buena mujer, graciosa como ella sola, decía: “¡Recoña, qué culpa tiene S. Juan de que en nuestro pueblo haya muchos “pingos” y tenga que cargar con todo nuestro santo Patrón!”. S. Juan tiene espaldas anchas para cargar con todo

S. Juan fue el hombre más grande de los nacidos de mujer, tal como lo calificó nuestro Señor. ¿En qué consistía su grandeza? Pues en dejarse coger y guiar por el Espíritu Santo, y en vivir en cuerpo y alma volcado hacia los demás. Su grandiosa misión fue la de preparar los caminos del Señor, indicar a todos el camino a seguir para encontrarse con Dios, ya que una vida que se alejaba de Él era emprender un camino  hacia la ruina.

Cogido por el Espíritu vivió una vida de coherencia total. Asumió una vida de austeridad y de pobreza radical para crear un mundo en el que hubiera esperanza para los pobres. Como decía él mismo, para que todo el mundo pudiera tener capa, era necesario que ninguno tuviese armarios repletos.

Denunció con toda lucidez y valentía las injusticias, las mentiras, manipulaciones y corrupciones de su tiempo. Era alguien que no dejaba títere con cabeza, es que no se cansaba de dar caña a diestro y siniestro. Denunciaba lo que parecía políticamente correcto y hacía comprender que si no se cambiaban los hábitos de consumo y las relaciones sociales y económicas, es que íbamos todos a la ruina. ¡Qué bien nos vienen estas palabras hoy! El las repetía como “leitmotiv” en todos sus discursos: “¡conversión o ruina total!”.

Fue tan valiente que hizo cara al poder establecido. Le cantó las cuarenta al mismísimo rey Herodes. No te es lícito vivir con la mujer que has robado a tu hermano. Era esto muy duro. El rey, mal que le pesase, sabía que el Profeta llevaba razón. Pero la mujer encontró el medio de vengarse y en cuanto pudo así lo hizo. En una fiesta de bailes y copas, cuando ya todos los gatos eran pardos, consiguió del Rey esta mala mujer que al Bautista le cortasen la cabeza como trofeo para premiar el baile de su hija.

Así pues hoy nos queda el testimonio de S. Juan Bautista, un hombre de Dios que vivió la obsesión y el compromiso hasta la muerte de señalar a los hombres el camino que lleva hasta Él para que todos pudieran encontrar el verdadero sentido y plenitud en su vida.