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12 de septiembre de 2009
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En estas fechas de septiembre las parroquias y comunidades cristianas vamos recuperando nuestro ritmo habitual. Seguramente hemos disfrutado del merecido descanso y hemos realizado actividades diferentes de las del resto del año. En Albacete aún estamos en plena Feria, pero los colegios e institutos están disponiéndose para acoger de nuevo a los alumnos. Seguro que esto proporciona más alegría a las madres que a ellos.
Lo que sí debe ser una constante en nuestra vida, como creyentes, es el contacto, el encuentro con Jesús a través del Evangelio. Este domingo nos encontramos con el pasaje conocido como la “Confesión de Cesarea”, seguido del anuncio de la Pasión y de algunas instrucciones acerca del seguimiento que Jesús da a sus discípulos.
Tras haber realizado signos maravillosos que mostraban la realidad del Reino, y haber ofrecido su enseñanza a los que acudían a Él, llega un momento en que Jesús pregunta a los que le siguen más de cerca qué dice la gente de Él, qué están captando, si saben quién es y a qué ha venido. Realmente desde el punto de vista humano, Dios al encarnarse, corrió el riesgo de ser malinterpretado, de defraudar, de no ser “descubierto”, de ser confundido con charlatanes y farsantes, …
Pero más que la opinión de la gente, lo que a Jesús le importa de verdad es lo que van captando sus discípulos, por eso les pregunta directamente. Pedro, llevado por su carácter impulsivo y llano es el primero que responde, asignándole a Jesús el título de Mesías. Aparentemente la respuesta ha sido correcta, pero ¿qué significa en la mente y el corazón de Pedro eso de ser el Mesías?; ¿Basta sólo con creer y esperar lo mismo que anhelaba cualquier judío de la época? El diálogo que se produce tras la respuesta de Pedro y el anuncio de la Pasión da a entender que el discípulo tiene por delante una gran tarea: comprender la manera que Dios tiene de salvar a la humanidad.
Y tú, adulto, niño, joven, hombre, mujer, rico, pobre,…seas lo que seas “¿quién dices que soy yo? Jesús nos lo sigue preguntando hoy y tenemos que responder cada día, pero no con la boca (ya vemos lo que pasó con Pedro), sino con la vida, con los hechos, con la entrega personal, con la esperanza, con la lucha por un mundo nuevo, según los criterios del Reino. La gente que me conoce, a través de mi comportamiento ¿capta algo del mensaje, de la persona, de la propuesta de Jesús? Eso sería mi manera de responder la gran pregunta.
“¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”. Son palabras duras de Jesús dirigidas no sólo a Pedro, sino a cualquiera de nosotros que tantas veces rehuimos lo incómodo, lo que supone entrega y sacrificio, en una palabra, que le tememos a la CRUZ como a una vara verde. Más bien, nuestros criterios y opciones muchas veces tienden a suavizar y acomodar el mensaje y la exigencia del Evangelio a nuestra medida.
La invitación de Jesús a cargar con la Cruz y seguirle, en realidad es una llamada a elegir siempre el bien, aunque cueste y suponga un compromiso serio. Él nunca habla del dolor por el dolor. Nos invita a ver el lado positivo de la renuncia, del sacrificio como señal de amor al prójimo, el valor del dolor cuando se une y se suma al suyo.
Termina el Señor este pasaje casi con un juego de palabras referente a ganar o perder la vida. La clave para entender está en pensar como Dios o pensar como los hombres. Nos puede ayudar el hecho de responder algunas preguntas: ¿Yo, a quiénes admiro? ¿Qué méritos destaco en una persona (coche, casa, imagen, valores, buenas obras,…)? ¿Quiénes creo que ganan o pierden su vida?
¡Feliz Día del Señor y a tomar en serio las palabras y las preguntas de Jesús!
Santiago Bermerjo Martín
Párroco de San Sebastián de Villarrobledo