Manuel de Diego Martín

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29 de agosto de 2015

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Hace aproximadamente un mes que en esta página nos hicimos eco  de la hermosa iniciativa que  Red Madre de Albacete había puesto en marcha en la C/Ricardo Castro al inaugurar un centro de atención para mujeres embarazadas que necesiten ayuda. Y nos hacíamos eco también que tal proyecto contaba  con la ayuda de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha.

Estos días nos hemos enterado por los medios, que los nuevos dirigentes del Ayuntamiento de Santiago de Compostela retiraban la ayuda precisamente a Red Madre que desde hace mucho tiempo la estaban recibiendo con la increíble justificación de que quieren emplear en dinero público en actividades de mayor interés para la ciudadanía. Pero yo me pregunto: “¿Puede haber algo de más interés público que defender la vida humana desde su concepción hasta que le llegue la muerte natural?”. Desde un humanismo cristiano vemos muy claro que tiene que ser así. Pero desde un humanismo ateo, materialista, la vida humana valdrá lo que interese que valga en cada tiempo o lugar. Esto es síntoma de una sociedad que se va secularizando en la que no quedan valores absolutos, porque se ha dado la espalda al Dios Creador, el único dueño de la vida. 

Si esto hubiera ocurrido en otro pueblo de España, me habría llamado también la atención. Pero que esto suceda precisamente en Santiago de Compostela, es que no lo llego a entender. El genial escritor alemán, Göete, decía que Europa se construyó peregrinando a Santiago de Compostela. Dicho de otra manera, Europa se construyó buscando unos ideales, unos valores que brotaban de la fe cristiana. El Papa S. Juan Pablo II en su peregrinación a Santiago pronunció aquella célebre frase tan repetida: “Europa, ni pierdas tus raíces cristianas”. Y el Papa Benedicto XVI en su viaje a Santiago en el 2010 volvió a repetir lo mismo. Llegaba a decir que no perdiera el Sol que la ilumina y que le hace descubrir sus valores y  sentido. Vivir bajo este sol que la ilumina es  intentar vivir de cara a Dios.

En Santiago se han dicho cosas tan hermosas. Pero ha llegado la hora en que sus dirigentes de hoy tienen otras miras, se mueven por otros ideales. Se arriman al sol que más calienta, que no es precisamente el Sol que viene de lo alto que se llama Jesucristo. Allá reposan los restos de uno de sus Apóstoles, Santiago. Pidamos a este Apóstol que nunca perdamos la verdad que nos trajo, ni la luz de Dios que nos hace ver las cosas de otra manera, a como la ven los actuales dirigentes de esta hermosa ciudad, tan cargada de historia y de mística.