Manuel de Diego Martín

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6 de junio de 2009

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Hace un tiempo se emitió una serie de televisión española, por cierto muy seguida, que se titulaba “Raices”. Era la amarga crónica de cómo unos pueblos habían sido brutalmente arrancados de sus raíces africanas para ser llevados a cultivar las tierras de América. Es la página más negra que han escrito todos los traficantes de esclavos que consiste en hacer perder a unas gentes su propia identidad para hundirlos en la más humillante esclavitud.

Hoy Europa vota a sus representantes. Vota a todos aquellos que tienen que dar al Viejo Continente todas aquellas leyes y formas de vida que les ayude a vivir su identidad, que respeten sus raíces. Juan Pablo II repitió por activa y por pasiva que para que Europa conserve su verdadera identidad, su grandeza, tiene que respetar sus raíces, es decir los valores que conformaron su ser. Y las raíces de Europa se fundamenten en el pensamiento filosófico griego, en la asimilación del derecho romano, y en la concepción cristiana de la vida que los pueblos de Europa absorbieron en contacto directo con el evangelio. Estas mismas cosas nos las recordó el otro día en Monte Casino, en la Abadía de S. Benito, el papa Benedicto XVI. No podemos olvidar que este santo es el patrón de Europa.

No demos pues a Europa unos patrones que no quieren saber nada de lo que la ofreció San Benito y toda la red de monasterios benedictinos que fueron poblando las tierras europeas con el famoso: “ora, labora el lege”. El humanismo cristiano se gestó con el sentido de la trascendencia en Dios, alimentado en la oración, con un sentido social de trabajo bien hecho, y con el cultivo de la mente a través de la cultura.

Si los nuevos patrones de Europa, no quieren saber nada de las cosas que decía Benito, desde la negación de Dios o desde un progresismo absurdo, como ocurre en algunos de nuestros dirigentes españoles, ateos como ellos solos; si los nuevos dirigentes de Europa están empeñados en una tarea de ampliar derechos y libertades hasta el infinito; si lo suyo es decir si, a todo lo que el humanismo cristiano dice no, como el aborto, la eutanasia, y un etc. que va contra lo que Dios manda, la ley y derechos naturales, están contribuyendo a que Europa se quede sin raíces.

¿Qué pasa cuando una planta se queda sin raíces? Que se vuelve mortecina y poco apoco muere. Pidamos al cielo que las nuevas señorías sepan acoger la Europa que los siglos nos legaron sin segarle sus raíces. Acoger el pasado es la mejor garantía de abrir futuro. Pidamos que Europa no tenga que hundirse en una era de inhumanidad y esclavitud porque ha arrojado por la borda todos los valores que un día la hicieron grande de verdad. En mis años de misionero en África, siempre me pregunté. ¿Por qué nosotros tanto, y los africanos tan poco? La respuesta, es el legado de la historia. Pues que no terminemos con esta buena historia.