Pablo Bermejo
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26 de enero de 2008
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Esta semana he andado corriendo por todas partes preparando un viaje. En una de mis carreras por Albacete, me crucé con un padre que llevaba de la mano a dos hijos: uno tendría cinco o seis años y el otro sería un año o dos menor. Había dos palomas por el lado del mayor y éste las asustó dando patadas al aire. Entonces el hermano menor se quejó y le dijo: “¡No hagas eso que las asustas!”, a lo que él contestó: “Eso es lo que quiero, asustarlas”.
En ese momento no pude evitar imaginarme cómo sería dentro de unos años el carácter de cada uno de ellos, bastante diferente en esos momentos. Entonces me pregunté lo que a todos nos ha rondado alguna vez por la cabeza… ¿Lo que somos es por propiedad de nuestro Ser o porque nos han moldeado así? En el caso de estos hermanos, si podemos suponer que en casa tienen las mismas atenciones y una idéntica educación, ¿por qué presentan una actitud así de diferente?
En una ocasión leí que el alma despierta en nosotros en la etapa de la adolescencia; yo opino lo mismo y de aquí deduzco que nuestro comportamiento antes de estas fechas es dominado por las propiedades del Ser con el que nacemos. Con lo cual en estos niños se podía distinguir claramente las cualidades con las que habían nacido, pero creo que no se puede predecir cuál será su Ser final, pues este será moldeado e influenciado durante toda su vida.
Así, me viene a la cabeza otra pregunta eterna: ¿somos culpables por pecar, tanto si pecamos por participar de nuestro Ser o si es porque nos han transformado en lo que somos? Lo único que sé contestarme es lo que una vez leí en un libro: no podemos ser tan presuntuosos de pensar que Dios puede ofenderse por lo que hacemos, ni es inteligente pensar que nos juzgará según la idea que nosotros tenemos de juicio. Pero, aunque esto sea así, ¿es justo ser lo que en verdad somos?
Nosotros no elegimos nuestro Ser neto ni el ambiente en el que naceremos; de hecho, no podemos elegir la capacidad de elegir y guiar nuestra vida. ¿O sí? Si creemos en el alma, por qué pensar que ésta nace cuando nuestro cuerpo nace. Quizás el Ser con el que nacemos o en el que nos convertimos forma parte de un plan o un orden, divino o propio, que no somos capaces de entender en esta vida al igual que no somos capaces de ofender a Dios, tan por encima de nuestras capacidades se encuentra. Entonces, si lo que somos no es culpa ni virtud nuestra, ¿qué pasa con la parábola de los talentos? Pienso que ésta está dirigida a nosotros como seres terrenales, y por tanto en vida sí que nos tiene que preocupar cuál es nuestro Ser y a dónde lo podemos llevar, porque es la aplicación de nuestros dones en vida lo que lleva paz, armonía y felicidad al alma. Todas estas cuestiones me llevan a ver de diferente manera el Bien y el Mal, pero esa es otra historia para la que yo no estoy preparado a darme respuestas.
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