Manuel de Diego Martín
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18 de abril de 2009
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Una de las cosas más esperpénticas que hizo el ex ministro Bernad Soria, al que pudiéramos llamar “el breve” por el poco tiempo que ha estado en la cartera ministerial, es la de fletar un avión con un millón de preservativos. Quería dar este hombre en las narices al Papa, quien en aquel momento era el blanco de las iras de mucha gente, por unas declaraciones suyas sacadas del texto y contexto sobre el preservativo.
El otro día me enviaba un cura africano, amigo mío, el comunicado que todos los obispos del África Occidental han hecho a propósito de este desgraciado affaire del preservativo y del sida.
Afirman los obispos africanos en primer lugar que destruir la moral como pretenden muchos es un crimen contra la humanidad.
Sienten un profundo dolor ante los propósitos irreverentes, injuriosos y sacrílegos de muchos medios de comunicación social, que han intentado silenciar todo lo que el Papa ha dicho en África y en cambio se han dedicado a airear lo del preservativo. No pueden entender que personalidades de la vida cultural o política, que a veces se dicen cristianos, actúen de esta manera. Entre las personalidades citan especialmente a franceses y españoles. Esto último no me hace mucha gracia, pero tenemos lo que tenemos.
Añaden que todos están de acuerdo con las palabras del Santo Padre de cómo hay que afrontar el problema del sida, tal como fueron dichas en la entrevista, no como han sido manipuladas después.
Terminan diciendo que no quieren redentores de pacotilla, no quieren gentes que quieran pensar por ellos, ni organizarles la vida desde una visión del mundo que según el pensar y sentir del episcopado africano es un atentado a la verdad.
Piden que se respete la sabiduría africana que va muy en sintonía con la sabiduría bíblica. Afirman que hay una profunda unión de pensamiento y de corazón entre Benedicto XVI y África tan como se ha demostrado en los grandes discursos pronunciado estos días en el Camerún y en Angola. Piden ante todo que se respete la dignidad de la persona humana que hay que entenderla como criatura e imagen del Creador. Se reafirman en los que dijo el Vaticano II “sin el Creador la criatura simplemente se disuelve”. En una palabra piden los obispos que los occidentales respetemos sus tradiciones y raíces. Quieren seguir siendo fieles a su fe en Dios Padre y la moral que de esta fe se desprende.