Juan Iniesta Sáez

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9 de noviembre de 2019

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La cuestión que le plantean en el Evangelio de este domingo sus paisanos a Jesús, relativa a la resurrección de los muertos, quiere utilizar al Maestro para “poner paz” en las disputas entre fariseos y saduceos. En realidad, parecería que la intención es la de quedar unos por encima de otros, pues se trataba de los dos “partidos” dominantes en el contexto social del Israel de aquel tiempo.

Fariseos y saduceos buscan quedar como los poseedores de la verdad. Y no se enteran de que tienen ante ellos al que es La Verdad, que se sitúa por encima de estas disputas, con trasfondo tan humano y tan mundano, aunque apelen para ello a una cuestión que apunta a lo celestial. 

En este domingo, marcado en lo civil por ser jornada electoral, la manera de Jesús para afrontar esta disputa puede resultarnos particularmente iluminadora: el Señor no se detiene en el conflicto ficticio (en tanto en cuanto esconde un afán de supremacía entre saduceos y fariseos). El Señor eleva la mirada en la discusión para poner como referencia al Dios de vivos. Nos orienta hacia la confianza en Él porque somos «hijos de Dios, hijos de la RESURRECCIÓN». Es lamentable lo fácil que nos resulta perder esta perspectiva y nos privamos de una verdad que abre los corazones a la esperanza, a la concordia y al entendimiento. Estamos llamados a trabajar por el bien común, el bien de todos (no solamente por el interés general). Estamos llamados a fomentar la vida, ya aquí en la tierra, como reflejo de la llamada a la vida en plenitud que es la vida eterna: en COMUNIÓN, no en división; vida verdadera y en autenticidad, no como sucedáneo de una existencia lastimera, alimentada por la queja permanente o el conflicto continuo.

La tentación de utilizar lo religioso como argumento para el enfrentamiento no es nueva, como vemos en este Evangelio. Es la tentación de acudir al argumento de fe para justificar posturas propias, que en el fondo están motivadas por intereses alejados de la búsqueda del conocimiento verdadero de Dios. Con Dios, todo es mucho más simple. Esos conflictos lo demuestran más, si cabe. Dios es vida, Dios es unidad y unión (común unión), Dios es con-cordia y com-pasión. No optemos por la muerte, por la división y fragmentación, por el aislamiento, el individualismo o el pasotismo, cuando lo que clama