José Joaquín Tárraga

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2 de mayo de 2020

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l evangelio de hoy me evoca una imagen que contemplamos en estos días: padres acompañando a sus hijos por nuestras calles. Son paseos llenos de aparente tranquilidad y, a la vez, cargados de vigilancia ante los peligros que puedan surgir. Los niños van seguros con uno de sus padres; en muchos casos, de la mano; otros, al lado; pero, siempre, ajenos al peligro porque saben que hay quien vela por ellos.

El evangelio nos habla de salvación. Hoy, Día de la Madre, la figura del pastor que vela y cuida de las ovejas me evoca a esas buenas madres que cuidan de sus hijos y se desvelan por su vida. Hijos que conocen la voz de su madre y se sienten protegidos con solo escucharla.

Esta semana, algunos niños han sentido miedo por salir. Han sido muchos días de cuarentena y han escuchado los peligros que puede haber de contagiar a los abuelos u otras personas queridas. Sus padres saben que deben salir, es bueno para ellos. Entra, entonces, la pedagogía y el diálogo porque saben que no se puede estar encerrados. Toca abrir la puerta sin forzar y siempre con precaución, acompañados…

Éste es nuestro pastor, Jesús. Aquel que nos conoce, nos lleva de la mano y nos hace salir de nuestras comodidades para buscar nuevos pastos. Un Buen Pastor que puede ser identificado como buena madre o buen padre. Un Buen Dios, en definitiva. Un Jesús salvador que apuesta por la vida y lucha por defenderla de todo lo que atenta contra ella.

En el evangelio, Jesús se identifica con la puerta. Puertas que hoy están cerradas por miedo al contagio pero que no paran de abrirse para salir a sanar a los enfermos, acompañar a los débiles, dar comida al hambriento… Puertas que se abren y se cierran para dejar pasar a la persona que cuida, alienta, alimenta y hace crecer.  

Hoy, más que nunca, se necesitan pastores al estilo de Jesús. No son tiempo de “ovejos” que marchan sin razonar, ni cabras que tiran al monte, alocadas, sin saber a dónde van. Se necesitan pastores para cuidar, acompañar y guiar. Pastores con olor a oveja donde éstas sepan y conozcan la voz de su pastor.