Juan José Fernández Cantos

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28 de septiembre de 2025

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En una era marcada por la inmediatez, las redes sociales y el constante flujo de opiniones, la polarización política ha alcanzado niveles alarmantes. Lo que antes eran diferencias ideológicas saludables, hoy se han transformado en trincheras desde donde se lanzan ataques y descalificaciones. La conversación pública, lejos de ser un espacio de construcción colectiva, parece cada vez más un campo de batalla.

Esta división no solo afecta al ámbito político: se filtra en las familias, en los espacios de amistad y en los entornos laborales. ¿Cómo llegamos hasta aquí? Y más importante aún, ¿cómo salimos de este espiral de confrontación?

El primer paso es recuperar el diálogo. Escuchar no para responder, sino para comprender. El diálogo genuino exige respeto, voluntad y apertura. No se trata de ceder convicciones, sino de reconocer la humanidad del otro, incluso cuando piensa distinto. En este contexto, los medios de comunicación y las redes sociales tienen una responsabilidad enorme: dejar de amplificar el odio y comenzar a promover espacios de escucha y entendimiento.

La fraternidad, por su parte, invita a reconocer al otro como un igual, más allá de sus posturas políticas. Es una llamada a poner el bien común por encima de las banderas partidistas. La fraternidad no es ingenuidad, es una apuesta ética por la cohesión social. Nos recuerda que no hay proyecto nacional posible si no se construye con todos.

Y luego está el perdón, quizá el más difícil de los tres. En un clima donde reina el resentimiento, pedir o conceder perdón parece una debilidad. Pero es, en realidad, un acto de valentía. Perdonar no es olvidar, es decidir no dejar que el pasado siga destruyendo el presente. Es abrir la puerta a la reconciliación sin negar el daño.

Frente a la polarización, la salida no será una victoria total de un bando sobre otro. Será el reencuentro en la diversidad. La historia enseña que las sociedades que han logrado sanar heridas profundas lo han hecho construyendo puentes, no cavando más profundas las grietas.

Hoy, más que nunca, necesitamos líderes -y ciudadanos- que apuesten por el diálogo, practiquen la fraternidad y se atrevan a perdonar. Porque solo así podremos mirar hacia el futuro sin repetir los errores del pasado.