Manuel de Diego Martín
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16 de junio de 2007
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]stos días los españoles nos sentimos consternados ante el anuncio de la ruptura del proceso de paz.
Se nos poner la carne de gallina al oír en los medios de comunicación las estrategias que los terroristas están preparando para matar, ¿Empezarán matando con el tiro en la nuca, y seguirán con alguna terrorífica explosión en Madrid o Valencia donde hagan el mayor daño posible? Se dice que están armados de tal forma que pueden hacer lo que quieran.
Cómo es posible que seres racionales que ayer se sentaban en distinguidos despachos con ilustres políticos, lleguen un momento a decir a sus interlocutores: “puesto que no nos dais lo que pedimos, se rompe la baraja, y mañana podemos empezar a matar. Todos los frentes de lucha quedan abiertos”. Esto sí que es matar con premeditación y alevosía.
Ya se hace difícil comprender que gente que se siente aplastada por una dictadura feroz, personas sin principios éticos desesperadas por una situación inhumana a la que se les obliga vivir, un día se tiren al monte y hagan lo peor hasta llegar a matar. Pero que estos señores que eran considerados por algunos de nuestros máximos dirigentes como gente de paz, gente que decían estaba a favor del proceso, y que han recibido más de lo que se pudiera esperar, que estos mismos señores ahora se salgan con estas, es del todo incomprensible.
Estos días estamos celebrando la fiesta del Corazón de Jesús, la fiesta patronal de mi parroquia. Nos ha dicho el Papa en su encíclica “Dios es amor” que el Costado abierto de Cristo es la prueba máxima del amor de Dios hacia los hombres Y en la misma encíclica, a renglón seguido, se nos dice que llegar a sentir este amor dentro de nosotros, nos lleva a ser capaces de amar a todos los demás, también los que nos son desconocidos, o los que nos caen mal, incluso los que no nos quieren. ¿Podemos amar también a los terroristas? Claro que sí. Ya lo dijo Jesús en el evangelio .que debemos amar a nuestros enemigos, a los que nos hacen el mal. Pero este amor hacia ellos, hacia los que matan, tiene que llevar consigo el que vayan a la cárcel, no pueden estar sueltos en la calle. Y si están locos, al psiquiátrico.