Pablo Bermejo
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31 de marzo de 2007
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Recuerdo una tarde cuando tendría unos siete años y estaba merendando en casa de mi tía con la chica encargada de limpiar su casa. Ella estudiaba C.O.U. y se preparaba para acceder a la universidad. Entre las cosas que me dijo que más me impactaron fue que una persona nace con un número de neuronas, y que éstas ya no se reproducen sino que se van muriendo conforme pasan los años. Eso me asustó mucho pues yo ya tenía siete años y no sabía cuántas me quedarían. Me dijo que seguro que serían suficientes para llegar a la universidad, y me preguntó qué quería llegar a ser. Le dije que médico aunque no sabía por qué. Ella me dijo que su cuñado era ingeniero y era rico. Desde esa tarde para mí la palabra ingeniero fue un sinónimo de tener mucho, mucho dinero.
Dieciocho años después, realmente creo que ser ingeniero o simplemente haber estudiado una carrera podía ser sinónimo de vida sin problemas financieros, sin ahogos. Incluso hoy en día, si el precio de la vivienda fuera proporcional a aquel entonces, creo que el sueldo medio no estaría tan mal. En los últimos años he conocido mucha gente decepcionada con lo que ser universitario y hablar dos idiomas le ha proporcionado. La recompensa prometida desde niños de que nuestro esfuerzo sería recompensado no llega. Esta sensación se transmite hacia atrás, y cada vez más gente joven piensa que tener una carrera no sirve de nada. Independientemente de que esto pueda ser cierto o no dependiendo del caso, un estudiante de diez años que recibe retroalimentación negativa constantemente acerca del estado de los que tienen más de 25 años, tiene más ayuda que nunca para no tener motivación. Y es casi imposible triunfar en un objetivo sin motivación.
Nos dicen las estadísticas que cada vez hay más fracaso escolar y menos estudiantes universitarios; también hay menos paro y más salarios inferiores a los mil euros con la paga extra ya prorrateada. La mayoría de licenciados que conozco, después de haber trabajado durante 1 ó 2 años comienzan a recopilar temario de oposiciones. Su trabajo en la empresa privada les hace sentir que están estancados en algo para lo que no han estudiado tanto tiempo, no tienen tiempo para su vida privada y aún menos para preparar una oposición. Pero el temario está ahí, en un cajón en casa de sus padres (donde vivirán hasta pasados los 30). Muchos desearían haber comenzado a los 20 años a estudiar cualquier oposición, y saben o piensan que su vida sería mucho más sencilla. Cuántas personas entre los 25 y 35 años se sientes estafados, engañados, manipulados y sin apenas esperanzas de que su situación cambie.
Los contratos basura que antes se denunciaban por hacerlos a los inmigrantes, ahora se hacen también a muchos bachilleres, diplomados y licenciados. No creo que nadie sepa cuál es el problema raíz ni cómo se ha llegado a esta situación, sólo se sabe que a los 30 años hay menos tiempo (y no por falta de neuronas) para conseguir una situación estable. Es por esto que los veinteañeros que se gastan el poco dinero que tienen en ropa o en salir de cena con los amigos, se merecen algo mejor que críticas por no ahorrar o por no tener lo que sus padres tenían a su edad.