Manuel de Diego Martín
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10 de enero de 2009
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Estos días de Navidad hemos visto que hay realidades que muchos laicistas intentan sustituir y si no pueden, al menos hacen lo posible por vaciar de contenido. Quieren una Navidad sin belenes. Organizan cabalgatas que escondan el misterio de los Reyes Magos. Santa Claus y el gordinflón Papá Noel van ganando terreno.
En esta misma longitud de onda hemos conocido estos días la campaña de ateísmo que están haciendo algunos laicistas inspirados en modelos británicos. La pancarta publicitaria que muestran reza así: “Probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y sé feliz”.
Hace más de un siglo Federico Nieztsche fue mucho más contundente y más claro: “Dios ha muerto. Pues a ser feliz y haz lo que te venga en gana”.
Nuestros laicistas dicen que probablemente Dios no existe. ¿Y si por casualidad existiera? Hace tres siglos el filósofo Pascal hacía esta apuesta con los ateos. Argumentaba de esta manera: vosotros afirmáis que Dios no existe. Yo digo que sí existe. Vamos a hacer una apuesta a ver quién gana. Si de verdad resulta que Dios no existe, cuando nos muramos, vosotros y yo, todos, vamos al abismo, todos caemos en la nada. Unos y otros perdemos la partida. Pero si resulta que Dios existe, vosotros vais al hoyo, y yo me salvo. Así pues amigos ateos, es más inteligente, por si acaso, afirmar que Dios existe y vivir en consecuencia.
Por otra parte, afirmar esto de que Dios probablemente no existe y por tanto no debemos preocuparnos de nada y procurar ser felices, es una afirmación muy grave. Es muy grave por dos razones. En primer lugar, porque si la probabilidad no es tal, ¡menudo lío! En segundo lugar, en estos tiempos, con la que está cayendo, no podemos decir tal burrada de que no te preocupes de nada y a ser feliz. ¿Cómo ser feliz ante las hambrunas que se lleva a tanta gente por delante; cómo ser feliz viendo a tantos inocentes que mueren bajo las bombas, cómo ser feliz ante esa crueldad creciente de tantos abortos criminales? ¿Cómo ser feliz ante tanta ruina moral, económica y social en la que estamos sumergidos? ¿Cómo no preocuparse de los otros ocupados en ser felices nosotros mismos ante tanto despropósito como nos envuelve?
Es mucho más elegante decir que ya que Dios existe, no puedo por menos que preocuparme y ocuparme de mis hermanos, aunque esto me traiga grandes sufrimientos en la vida. La sangre de tu hermano Abel clama desde la tierra al cielo, dijo Dios al principio de los tiempos.