Manuel de Diego Martín
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6 de diciembre de 2008
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Hay algunos que dicen que las cosas suceden porque si, sin saber el por qué. Dicho de otra manera las cosas ocurren por casualidad, estamos sometidos al azar. Pero el filósofo griego Aristóteles, hace muchos siglos, nos enseñó que todo lo que sucede tiene sus causas. Existe el principio de causalidad que se define diciendo que “todo efecto tiene su causa”. El problema está en poder delimitarlas para intentar saber quién es responsable de las cosas que suceden.
Esto lo vemos mejor con ejemplos. Esta semana pasada nos hemos despertado sabiendo que España tiene tres millones de parados y que esto en poco tiempo irá a más. Unos dicen que la causa es el gobierno; la magnitud de esta desgracia nacional se debe a los gobernantes. Con otros dirigentes más responsables, más humildes para reconocer los males y a la vez más sabios para atajarlos, el desastre actual no sería tan grande.
Pero otros dicen que la causa es la crisis financiera mundial. Que el gobierno hace su trabajo mejor que nadie. Nuestro sistema financiero es ejemplar y nuestros dirigentes están dando ayudas a todo el mundo. Pero resulta que nuestra situación es mucho peor que la de otros países ¿Por qué? De esto la culpa la tiene Bush y el ex-presidente Aznar.
Pasamos a otro tema que tanto daño nos hace como es el de la violencia de género. Algunos dicen que el creciente número de actos de violencia se debe a que vivimos en una sociedad materialista, permisiva, sin valores humanos, en donde por todas parte aflora la violencia; en una palabra una sociedad que no tiene respeto ni a la persona humana ni a la vida. Así pues este es el campo de cultivo de tanta violencia. Pero viene la Ministra de Educación y nos da un diagnóstico ciertamente insospechado. La culpa de la violencia de género la tiene Franco. Pero resulta que este señor, según los últimos trabajos de un famoso juez, ya ha muerto. La mayoría de estos violentos ni conocieron ni supieron jamás quién era Franco.
Nos han dicho en algunos informes aparecidos estos días que en diez años el número de abortos se ha multiplicado en una manera inimaginable. Muchos ponen como causa de este triste fenómeno la ley abortista que se aprobó en España hace unos años. Otros en cambio dicen que si hubiera una ley más amplia, no habría abortos. Efectivamente, muerto el perro, se acabó la rabia. Si el aborto ya no es delito, pues se acabó el delito del aborto. Ya no hay que hacer estadísticas ni números.
En conclusión, nos quedamos con Aristóteles, las cosas no suceden porque sí, por causalidad, por azar. Todo lo que sucede tiene una causa. Lo importante es saber buscar las causas de nuestros males para poderlos atajar. Importa también tener la humildad para reconocer que en las causas de muchos de nuestros males de hoy, todos estamos implicados, todos estamos tirando la piedra, aunque a veces intentemos esconder la mano.