Luis Enrique Martínez

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1 de diciembre de 2024

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Amigo, compañero y hermano desde que nos conocimos en el Seminario. Con José Luis Miranda y Andrés García formábamos el grupo que en el Movimiento Junior y los años de Seminario Mayor en Albacete y Moncada configuraron el equipo sacerdotal. Pedro y un servidor nos ordenamos junto a Eduardo Carrasco (hoy en la Casa sacerdotal) el 23 de junio de 1974, y en octubre, ya sacerdotes, salimos a las parroquias con la ilusión, con la entrega y la manera de hacer, que ha marcado nuestra vida personal, sacerdotal y pastoral.

Las parroquias se sucedieron: Pozuelo y Argamasón, Pozohondo y la Nava de Abajo, Higueruela, Montealegre del Castillo y Bonete, el Seminario Menor, Peñas de San Pedro, estudio de catequética en Madrid, delegado de catequesis, Pozo Cañada y capellán del Hospital General, y en esos años adscrito (sin nombramiento) a la parroquia del Buen Pastor, ayudando en lo que era necesario, sobre todo en la atención a las dos residencias de mayores que dependen de esta parroquia: Núñez de Balboa y Alcabala.

En los primeros once años compartimos casa, reflexiones y trabajos; kilómetros, personas, momentos y amigos; y sobretodo la alegría de compartir la vida, la tarea y la misión. Encuentros, convivencias, tandas en la Colonia del Sahúco, … llenaron esos años iniciales que nos ayudaron a madurar como personas y como sacerdotes.

Desde 2019 vivía en la Casa Sacerdotal, compartiendo con los residentes los beneficios de la misma y la atención detenida y cariñosa del personal de la Casa. Allí, en la noche del 28 de septiembre, le sorprendió la llamada inesperada del Señor a través del ictus que sufrió, y contra el que no se puedo hacer mucho.

Pedro Plaza Mercader, amigo y compañero fiel, 75 años de vida cristiana y 50 de sacerdote, partía hacia la Casa del Padre el pasado 9 octubre, dejando en los que lo hemos tratado y conocido un grato y agradecido recuerdo. Un regalo de Dios para muchos.

Han sido muchas las muestras de condolencia que se han recibido en las que coincidían en su sencillez y capacidad de servicio a quienes lo necesitaban, sin escatimar cansancios, molestias y preocupaciones. Un buen amigo, lo expresaba así: “Gran persona y gran sacerdote. Gracias por tanto y por los pequeños detalles que eran parte de su grandeza”. Siempre en segundo plano, pero atento siempre a quien más lo necesitaba. Pequeño de estatura, pero de gran corazón. Amante del deporte y del futbol, tanto cuando lo practicaba en los años de seminarista como siguiéndolo a través de la radio y la televisión. Amante de la fotografía, reportero de muchas celebraciones eclesiales o profanas. Tal vez nos sea esta la imagen con que más lo recordaremos: Con su máquina fotográfica colgada al cuello, buscando la toma más natural. ¿Cuántas fotografías habrá captado?

¡Qué recuerdos! Cuando echo la mirada atrás. Qué alegría la de haber compartido estos años con él. A mí y a muchas personas nos queda la misma oración agradecida: “Gracias, Señor, por haberlo hecho presente en nuestras vidas. Gracias, compañero fiel de camino, de vida y esperanzas”. ¡Querido amigo, descansa en paz en los brazos del Padre!