Antonio Abellán Navarro
|
28 de octubre de 2006
|
254
Visitas: 254
El pasado 15 de octubre, el Santo Padre Benedicto XVI, canonizaba a cuatro beatos, (un obispo mexicano, un sacerdote italiano, una religiosa italiana, y una religiosa francesa) y en la homilía de la misa recordaba que el santo es precisamente aquel hombre, aquella mujer que, respondiendo con alegría y generosidad a la llamada de Cristo, lo deja todo por seguirlo. Como Pedro y los demás Apóstoles, como santa Teresa de Jesús (…) y como otros innumerables amigos de Dios, también los nuevos santos recorrieron este itinerario evangélico, que es exigente pero colma el corazón, y recibieron «cien veces más» ya en la vida terrena, juntamente con pruebas y persecuciones, y después la vida eterna. (…) Por tanto, Jesús puede en verdad garantizar una existencia feliz y la vida eterna, pero por un camino diverso del que imaginaba el joven rico, es decir, no mediante una obra buena, un servicio legal, sino con la elección del reino de Dios como «perla preciosa» por la cual vale la pena vender todo lo que se posee (cf. Mt 13, 45-46).
En verdad que el santo, y en particular el mártir, ha elegido la perla preciosa de la vida eterna, y todos los sufrimientos pasados no los estima pérdida, sino ganancia. Sabe que tienen valor no sólo para la vida eterna, sino también para llenar de sentido la vida terrena; no sólo la suya, sino también la de los demás.
PEDRO JUAN MARTÍNEZ RAMOS
Había nacido en 1899 en el Bonillo trasladándose, por cuestiones de trabajo de su padre, a Ossa de Montiel. Hizo los estudios eclesiásticos en el Seminario de Orihuela (Alicante). Ordenado sacerdote, después de su primer destino en un pueblo de la provincia de Guadalajara, en 1934 fue destinado como párroco a Ossa de Montiel, donde se entregó al servicio de los más pobres, y dando clases en verano a todo aquel vecino que se lo pidiese.
Cuando comienza la guerra se incorpora al ejército Republicano como conductor de un comandante militar, el cual sabe que Pedro Juan es sacerdote. El 4 de diciembre de 1936, desoyendo los consejos del comandante, decide volver a Ossa de Montiel, pensando que nadie le haría daño, pues había hecho el bien a todos en el pueblo. Pero en la noche de ese mismo día, es detenido por el Comité Local del Frente Popular de Ossa de Montiel, y después de haber sido torturado en la cárcel, fue fusilado el 5 de diciembre en la carretera que va desde Balazote a El Bonillo, exactamente en Lezuza en el kilómetro 17, siendo sepultado en el cementerio de pueblo. La ofrenda que de sí hizo a Dios con su ordenación sacerdotal, la rubricó con la entrega de su vida. Tenía 37 años.