Manuel de Diego Martín
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20 de abril de 2013
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Leía el otro día el editorial de un periódico marcado por un cierto progresismo y que no pierde ocasión en meter el dedo en el ojo de la iglesia siempre que puede, que decía al terminar. “ya es hora de que la Iglesia se dedique a sus asuntos…”. Naturalmente hacía una crítica mordaz al discurso del presidente de la Conferencia Episcopal Española que pronunció ante todos los obispos españoles al inicio de los trabajos de la Plenaria de esta semana. El cardenal Rouco enumeraba los problemas más hirientes que están sufriendo nuestras gentes en estos tiempos intentando buscar soluciones. Pero esto para el periódico es hacer política, es pretender llevar del ronzal al gobierno español y esto es indecente. Por tanto grita que la Iglesia debe dedicarse a sus asuntos.
Ahora yo me pregunto: ¿Cuáles son los asuntos en los que debe ocuparse la Iglesia? Si escuchamos a nuestro Papa Francisco nos dice por activa y pasiva que estamos llamados a salir a las periferias para acercarnos al hombre de hoy, ver todas las pobrezas en las que se encuentra sumergido, e intentar sacarles de todas sus esclavitudes.
El mismo Papa en la misa Crismal del Jueves Santo ante una multitud de sacerdotes, y a través de ellos a todos los curas del mundo, nos decía que tenemos que ser pastores con olor a oveja, capaces de estar cerca de los sufrimientos de las gentes, de sus cegueras y cautiverios. ¿Qué significa aquello de oler a oveja, sino decir con una expresión muy original y gráfica aquello mismo que nos decía Jesús, de que el buen pastor debe conocer a sus ovejas, estar tan cerca de ellas hasta impregnarse de sus olores y de sus balidos?
Hoy celebramos el Domingo del Buen Pastor. La Iglesia debe ser buena pastora con sus gentes. En una palabra todos debemos ser buenos pastores los unos de los otros. Y esto se lleva a cabo desde la cercanía, mostrándonos bondadosos los unos con los otros y buscando siempre la manera de que todo el mundo pueda vivir con dignidad. Esto conlleva hasta el compromiso de estar dispuestos a dar la vida los unos por los otros.
Entonces cuando alguien nos grita que la Iglesia debe meterse en sus asuntos, nos preguntamos: ¿Es que no es un asunto de la Iglesia el buscar el bien de las gentes, para llevarles a la plenitud de vida que Jesús de Nazaret nos ofrece? Esto es lo que intenta hacer la Iglesia católica cada día como su primera y mejor tarea.