Manuel de Diego Martín

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23 de septiembre de 2006

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El viernes pasado, desde oriente a occidente, minaretes, altavoces y bullicio callejero expresaron todo su enfado y toda su ira contra el Papa, porque en una lección magisterial, en la universidad de Ratisbona, hizo mención a unas citas históricas, en las que el Santo Padre quería hacer comprender todo lo contrario de lo que el acusan.

Aquí se cumple perfectamente aquello de que si no quieres te, toma tres tazas. El Papa se esfuerza en hacer un discurso, profundo, bien argumentado, portador de luz en el que quiere afirmar que las creencias religiosas no deben ser objeto ni sujeto de violencias, sino de racionalidad, de comprensión y respeto y mira por donde la violencia está servida desde la más tenebrosa irracionalidad en el ancho mundo del Islam.

Si los seguidores de Mahoma declararon el viernes un día de ira contra el Papa y el cristianismo , nosotros, los seguidores de Jesús, declaramos no un día, sino todos los días que vengan para que sigan siendo días de amor. Nuestras Caritas, nuestras parroquias, nuestras ONGs , nuestros misioneros extendidos por los cuatro continentes, seguirán con los brazos y con el corazón abierto para ayudar a todos los que lleguen hasta nosotros, vengan con el taparrabos, con las plumas o la chilaba. Pues todos son nuestros hermanos.

La religiosa misionera asesinada en Somalia, estaba allí precisamente para ayudar a los más pobres en un hospital abierto a todos, en un país fuertemente islamizado. Esto es prueba evidente de que el amor cristiano es universal, va más allá de las creencias religiosas y no tiene otro objetivo que servir a los demás , con la convicción de que cualquier hombre es mi hermano.

Así pues, pasó el día de la ira, Hagamos todos lo posible, cristianos, musulmanes y hombres de buena voluntad del mundo entero, para que se acaben los días de la ira, y no lleguen otros días sino lo son para el entendimiento y el amor fraterno.