Manuel de Diego Martín
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13 de febrero de 2010
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El otro día escuché, sin querer en el autobús, una conversación entre dos hombres que me hizo muchísima gracia. Uno con gran sentido del humor decía a su compañero, que tenía tantos males en el cuerpo, estaba tan hecho polvo, que como nos decían de pequeños, al traerme la cigüeña debió cogerme en un basurero. Fíjate, seguía diciendo, que mi médico para decirme que no tenía remedio mi mal, me sugiere que antes de volver a la próxima consulta me pase por Lourdes. Pero ¿qué se me ha perdido a mí en ese lugar? comentaba.
Yo no sé si este hombre conoce el “misterio de Lourdes”. Pero yo sí me atrevo a sugerirle, que puesto que tiene tanto sentido del humor, y lleva con tan buen talante sus males, el paso por Lourdes le podría ayudar aún más para vivir la vida desde la dimensión de la esperanza cristiana.
El jueves pasado celebrábamos la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Y por la relación que este misterio tiene con el mundo de los enfermos, el papa Juan Pablo lo declaró como el “Día mundial del Enfermo”. El papa Juan XXXIII calificó a Lourdes como una ventana abierta al cielo. Dicho de otra manera, es un lugar abierto a la esperanza. Y en la esperanza, ciertamente, todos somos salvados, todos somos curados.
Benedicto XVI ha escrito un hermoso mensaje para esta jornada en el que nos dice, entre otras cosas, que todos debemos ser buenos samaritanos, los unos con los otros, a ejemplo de Jesús que pasó haciendo el bien y curando a todos los enfermos. Nos recuerda el Papa que aceptar el dolor, el sufrimiento desde la fe y el amor a Jesús, puestos nuestros ojos en su Cruz, es lo que nos cura de verdad.
Recuerdo como si fuera ayer el testimonio de Paco “el abogado” como se le conocía en Madrigueras, que en paz descanse. En aquel tiempo era yo cura de aquel pueblo. Me comentaba un día que en silla de ruedas fue a Lourdes, y en silla de ruedas volvió. Pero la Virgen de Lourdes hizo un milagro en él; ¿qué milagro? ayudarle a cambiar el corazón. De ser un muchacho rebelde, “borde” como él se autocalificaba, poder llegar a ser un hombre de bien. Todos recuerdan la talla humana de este gran hombre, un gran profesional y el bien que hizo a su pueblo.
Este es el gran milagro que todos pedimos a la Virgen de Lourdes. Que todos nuestros enfermos, puedan vivir con el corazón abierto a la esperanza. Que sepan, que pase lo que pase, el amor de Dios nunca les abandona.