Manuel de Diego Martín
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17 de octubre de 2015
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Hoy clausuramos en Albacete el V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Ávila. Ella nos decía que en su época estaban viviendo tiempos recios y que para encontrar salida lo que más necesitaban era suscitar amigos fuertes de Jesús.
Hoy también vivimos tiempos muy recios. Cuando la idea de Dios se diluye en la niebla de las conciencias, cuando el matrimonio y la familia tal como el Creador los quiere, reciben los mayores contragolpes, cuando la vida humana vale tan poco, parodiando a Santa Teresa, pudiéramos decir que hoy el mundo y la Iglesia necesitan más que nunca la Misión, la evangelización de los pueblos y las conciencias.
Hoy celebramos el Domund con el eslogan: “Misioneros de la misericordia”. Ciertamente hacen falta misioneros con corazón misericordioso para que como en un hospital de campaña curen las llagas de tantos corazones heridos.
El Papa Benedicto XVI nos dijo aquello de que al mundo occidental le estaban aquejando tres grandes enfermedades: el materialismo, el individualismo y el relativismo. Dicho de otra manera, quería hacernos comprender que mucha gente vive pegada totalmente a la tierra, ensimismada en un narcisismo salvaje, pensando sólo en sí mismos, donde cada quien se fabrica su escala de valores y vive respondiendo a lo que sus sentimientos le digan o lo que el cuerpo le pida. No hay, por tanto, ni valores ni principios. ¿Quién puede curar todo esto?
Estos días también ha venido el Papa Francisco para hablarnos de otras tres heridas que destrozan nuestro mundo: la agresividad, la superficialidad y el desprecio del otro. Esto quiere decir que sin darnos cuenta nos convertimos en lobos los unos para los otros, como decía el filósofo Hobbes, vivimos víctimas de los ambientes con los usos y costumbres y terminamos, como recuerda a Castilla el inmortal Machado, despreciando todo lo que ignoramos.
¿Dónde encontrar la luz que ilumine nuestras tinieblas, el antídoto que erradique estas enfermedades que no envuelven y acaban con nosotros? Ciertamente en el Evangelio de Jesús. Precisamente el Día de hoy nos recuerda que estamos llamados a llevar el evangelio a todos los que no lo conocen y a aquellos que, conociéndolo, lo han tirado por la borda. Diez años estuve como misionero en África. Allí pude comprobar lo que es vivir en un medio pagano y las luces que aporta el evangelio para vivir con más dignidad. Allí te das cuenta de que el perdón y la misericordia son conceptos cristianos, comprendes que la dignidad de la persona y la dignidad de la mujer se iluminan desde el evangelio. Allí, en medio de la poligamia, descubres la grandeza del matrimonio y de la familia cristiana. ¿Vamos a renunciar al evangelio y dejar que nuestras tierras se conviertan en paganas? Que el Señor no lo permita.