Manuel de Diego Martín
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28 de febrero de 2015
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En el Debate de la Nación escuchamos el otro día las propuestas del Gobierno y el paquete de ayudas que tiene a favor de las familias más necesitadas. Nos alegra mucho ver que la familia cuenta, pues para un buen gobernante la vida debe contar, pues nadie debe estar condenado a llevar una vida miserable.
Pero nos causa dolor que este Gobierno termine su legislatura sin cumplir las promesas electorales que nos hizo hace cuatro años de cambiar la ley abortista “Aido” en la que se afirma el despropósito de que el aborto es un derecho. “Primero ser, luego filosofar”, decían los clásicos. Primero existir, después cuidar la existencia. Lo primero es dejar nacer, luego vendrá el cuidar de la vida.
Ahora el Gobierno quiere hacer un pequeño acto de exculpación de haber tirado la “ley Gallardón” a la papelera, diciéndonos que va a hacer alguna reforma en la Ley “Aido”, que tenga consenso. ¿Y cuáles son estas reformas? Pues que van a someter a votación para ver si las menores para abortar deben tener permiso de sus padres. ¡Menudo avance de legislación! Puestos a instalarnos en el mayor dispararte, pudiéramos legislar a ver si con el permiso de los padres los menores pueden robar, pueden acosar al indefenso compañero/a de clase, pueden conducir un coche a doscientos, o incluso pueden matar. ¡Que absurdo, verdad! El mal no se puede hacer ni con permiso ni sin permiso de los padres.
Ahora vemos la contradicción en la que se encuentran muchos parlamentarios del PP. Por una parte se les ha hurtado votar la ley en la que podían manifestar sus convicciones. Y ahora les invitan a votar una ley que les pone en un callejón sin salida. Si dicen sí a la propuesta de que las menores no pueden abortar sin el permiso de sus padres, parece que admiten el aborto, en lo que no están de acuerdo. Si dicen que se puede abortar sin el permiso de los padres, el disparate es mucho más grande. ¿Qué les queda a los populares antiabortistas?
Bueno, Celia Villalobos ya les ha arreglado el problema. Según ella, los que no acepten el aborto no pueden ser del Partido Popular. Pues bien, que sean valientes y que busquen otras siglas, pero que sigan fieles a su conciencia de que hay que defender la vida siempre.
Para terminar quiero hacerme eco de las palabras que pronunció el otro día D. Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, en un importante encuentro de periodistas. Decía que el drama más grande de nuestro mundo de hoy es el aborto. Y que para la vida no puede haber supuestos. Un día las siglas PP nos dieron esperanza sobre este tema. Si hoy no puede ser, bienvenidas sean otras siglas que sean capaces de defender la vida sin condiciones ni supuestos.