Manuel de Diego Martín

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26 de mayo de 2012

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Hablaba el otro día con un amigo religioso que volvía de un Congreso sobre evangelización organizado por su Congregación. Al preguntarle: “¿A qué conclusiones habéis llegado?” me responde sin pensarlo mucho, que para evangelizar hay que tener evangelizadores, para hacer pastoral, hacen falta pastores. Dicho así parece esto una gran perogrullada, y no es así pues la respuesta reflejaba una amarga preocupación. Estos religiosos están sufriendo una gran falta de pastores, por falta de vocaciones, para llevar adelante frentes de apostolado que desde hace muchos años tienen abiertos.

Es cierto que faltan pastores ordenados, es decir párrocos, consiliarios o capellanes y que muchos puestos están sin cubrir. Pero ¿dónde están los laicos? ¿No hemos quedado que todos somos corresponsables y que el apostolado es tarea de todos? 

Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés, Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. Este año se presenta con el lema: “Apóstoles para la nueva evangelización”. Y es que en octubre se celebrará en Roma el Sínodo sobre la nueva evangelización, y todos nos preparamos a ello. Este día nos recuerda que todos, por el hecho de estar bautizados, por haber recibido el Espíritu de Jesús nos convertimos en pastores, estamos llamados a evangelizar. ¿Nos damos cuenta de que en el rebaño de Jesús todos somos ovejas y a la vez todos somos pastores y mientras haya ovejas no pueden faltar pastores?

El 19 de mayo celebrábamos los doscientos años del nacimiento de S. Francisco Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata, que tienen en nuestra ciudad dos grandes colegios. El decía que una luz tiene que encender otra luz y que para iluminar hay que arder. Esto quiere decir que si yo tengo conciencia de que en mi está la luz de Jesús, no puedo por menos que encender aquellos que estén apagados. Y añadía que para dar luz hay que arder, hay que tener fuego en corazón. No hace mucho en un pueblo vi un grafito que decía: “la Iglesia que más ilumina es la que arde”. Este arder del grafito llevaba muy mala intención, se trataba de destruir.

Para el P. Coll arder significa llevar fuego en el corazón, un amor entusiasta a Jesús. Y es que evangelizar en su esencia, es anunciar a Jesucristo. Un hombre enamorado, lleno de Jesús, está siendo ya el mejor evangelizador. Así pues, si necesitamos apóstoles para la nueva evangelización, empecemos por suscitar hombres y mujeres enamorados de Jesús.