Manuel de Diego Martín

|

4 de agosto de 2012

|

273

Visitas: 273

[tta_listen_btn]

El próximo mes de octubre va a empezar el Año jubilar de la Fe, es decir, el Año en que el Santo Padre nos propone ahondar y crecer en la fe. También se celebra ese mes en Roma el Sínodo de Obispos para reflexionar sobre lo que se ha llamado la Nueva Evangelización. Parece que son dos temas que coinciden en el tiempo, pero mejor dicho son temas que nos hablan de la misma realidad, son como las dos caras de una misma cosa, pues fe y evangelización no se pueden entender separadamente. La evangelización está al servicio de la fe y sin fe no puede haber evangelización.

En estos meses de tiempo estival y previos a estos dos acontecimientos que se avecinan, se están celebrando reuniones, convivencias, congresos organizados por diferentes Instituciones Eclesiales que van en el mismo sentido “Fe y evangelio”. Y en todas partes se llega a la misma conclusión que parece una perogrullada cuando se dice que para evangelizar hacen falta evangelizadores. Pero profundizando en el tema no lo es tanto. Hoy, dada la increencia generalizada, el secularismo que por todas partes nos envuelve, el ver tantísima gente a nuestro lado que vive “como si Dios no existiera” todo ello nos está gritando que la nueva evangelización, dado el contexto social en que nos movemos, va a exigir una manera muy nueva y radical de ser evangelizadores.

¿Y cuál será esta nueva manera? Hace unos días he vivido una convivencia de ocho días en que se trataba este tema. Era un encuentro con gente muy especial, pues había allí un centenar de religiosas jóvenes y sus formadoras. Montón de clases, conferencias, coloquios con gente muy experta para llegar al final a la misma conclusión. Hoy día para evangelizar hace falta gente muy santa, cristianos fervorosos, convencidos de su fe, que con audacia y tesón son capaces de comunicar a veces de boca a boca su experiencia gozosa de Dios y ante un mundo a veces desnortado y sin horizontes, saben dar razones de su esperanza. En una palabra si no hay evangelizadores santos, no habrá ni vieja ni nueva evangelización.

Ayer celebrábamos la fiesta del Santo Cura de Ars. Hace tres años lo recordamos muy especialmente ya que celebrábamos un jubileo, los ciento cincuenta años de su muerte, para animar a todos los curas del mundo a seguir el camino evangelizador de nuestro santo patrón S. Juan María Vianney. Aquel Cura sí que era un evangelizador, qué maravillas hizo para que un pueblo que en el siglo XIX era semipagano, se convirtiera en una parroquia fervorosa. Y las gentes, de todos los lugares, masivamente acudían al confesionario donde se sentaba este santo cura para encontrar paz y esperanza. ¿En dónde estaba el secreto de este hombre, tan buen evangelizador? En que era un santo. Pues si queremos evangelizar ya sabemos el camino.