Manuel de Diego Martín

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20 de enero de 2007

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En mi última reflexión decía que para hacer entrar en razones a un niño mal criado, hacía falta que el papá y la mamá estuvieran de acuerdo para llevar adelante el proceso educativo del niño. De otra manera, el fracaso estaba más que asegurado.

Con este ejemplo quería hacer comprender que mientras los dos grandes partidos nacionales, el que nos gobierna y el que ejerce la oposición no llegasen a un acuerdo al menos de mínimos, no habría nada que hacer en la lucha contra el terrorismo. El chiquillo mal criado con el que ahora nos encontramos, y con el que hay que instaurar un nuevo proceso educativo, es decir, un proceso que conduzca a la paz, se llama Eta. Si los socialistas y populares no llegan a ponerse de acuerdo, nadie sabe a dónde puede llevarnos esta indómita e insaciable criatura.

Desgraciadamente, después de seguir atentamente el debate parlamentario del pasado lunes, tenemos que reconocer con tristeza que la unidad de acción está más lejos que nunca. No solamente no han llegado a unos mínimos de entendimiento, sino que han resbalado a unos máximos de disenso. Los etarras ante el panorama están más contentos que unas pascuas. Mientras los que deben velar por guardar la viña, se están zurrando de lo lindo en los interiores de la caseta, los etarras aprovechan en el campo a llenar las alforjas de uvas, y cargarse de razón para pedir todo lo que quieran.

Después de escuchar a un montón de expertos, tertulianos, politólogos, ya uno no se atreve a decir si la culpa la tiene papá o mamá. Lo más seguro es que la tienen los dos. Lo claro y cierto es que por el bien de todos los españoles, estos partidos no tienen más remedio que llegar a entenderse. De otra manera, como ocurre en las familias que se rompen, al final quienes lo pagan son los hijos, es decir, todos los ciudadanos.

También vemos con cierta sorpresa que ahora el Presidente, en un enamoramiento súbito, toma como nodriza, o mejor dicho, hablando en el lenguaje socrático, toma como partera para dar a luz al proyecto, nada más ni nada menos que al PNV. Este partido no hace mucho fue despedido de la casa porque no educaba bien al crío, es decir porque quería para el País Vasco y para Eta, cosas que no se podían dar porque iban contra el Estado de Derecho y la Constitución. Recordemos el Plan Ibarreche, arrinconado en su tiempo con toda razón. Resulta que este partido no ha renunciado a nada de lo que en tal plan se pedía, pero ahora se le pide, y no entendemos cómo, que preste sus buenos servicios.

Así pues nos vemos en un tremendo lío, en un laberinto que no hay por donde salir a la luz. En este impasse, buscamos que el cielo no sugiera dónde podremos encontrar a algún buen orientador familiar que ayude a papá y a mamá a entenderse. Sin este entendimiento estamos perdidos. Parodiando lo que se dijo en un momento grave de nuestro reciente pasado, hoy también podemos repetir: “los españoles nos merecemos otros papás que los que tenemos”.