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15 de agosto de 2009

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A los primeros cristianos se les acusaba de antropófagos, incestuosos, que lo que hacían durante sus ceremonias eran orgías, se les criticaba por no aceptar cargos ministeriales ni en el ejercito… Todo esto derivó en persecuciones, entre las más graves fueron las de Trajano y Marco Aurelio; la consigna era “exterminar a los cristianos” porque sentían que amenazaban al imperio. Parece algo fuera de lugar, atemporal; sin embargo hoy también existe una idea similar, salvando las distancias, de exterminar todo lo que significa cristianismo, por algunos sectores sociales y políticos.

Si de verdad conocieran a Cristo, verían que en el Evangelio de hoy nos da las pautas imprescindibles para la vivencia de nuestra fe.

El Evangelio de este domingo nos recuerda nuevamente la presencia de Jesús en la Eucaristía. La Eucaristía es la continuación de la encarnación de Cristo a través del tiempo. Cuando san Juan habla de carne con respecto a Jesús, lo hace para designar ambos aspectos: Encarnación y Eucaristía.

Creo que la mayoría de las personas no creyentes (y puede que algunos creyentes), no saben bien que los católicos creemos en la presencia real de Jesús en el sacramento de nuestra fe. Si lo intuyeran se escandalizarían como los judíos en la época del Maestro, y en la época de las persecuciones.

También son importantes los signos del pan y del vino; el pan simboliza el alimento necesario para toda persona, el pan de la palabra. En este sentido qué bien lo entendió Santa Clara cuando el Papa Gregorio prohibió que los frailes menores fueran a predicarles. Ella tan apasionada de la palabra como obediente, dispuso que si los frailes no iban a repartirles el pan de la Palabra de Dios, tampoco vinieran al monasterio a llevarles el pan que mendigaban y compartían con ellas.

El vino es signo de alegría de fiesta de brindis, Jesús multiplica los panes por la necesidad de la gente, pero en Caná multiplica el vino para la alegría de los comensales. La Escritura dice que «el vino recrea el corazón del hombre y el pan sostiene su vigor». (Sal 104, 15)

Si Jesús hubiera elegido para la Eucaristía pan y agua, habría indicado sólo la santificación del sufrimiento («pan y agua» son de hecho sinónimos de ayuno, de austeridad y de penitencia). Al elegir pan y vino quiso indicar también la santificación de la alegría. Qué bello sería si aprendiéramos a vivir también los gozos de la vida, eucarísticamente; en acción de gracias a Dios. La presencia y la mirada de Dios no ofuscan nuestras alegrías honestas; al contrario, las dilatan.

Pero el vino, además de alegría, evoca también un problema grave. En la segunda lectura escuchamos esta advertencia del Apóstol: «no os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu». Sugiere combatir la ebriedad del vino con «la sobria embriaguez del Espíritu», una embriaguez con otra.

Comer su carne y beber su sangre es creer en Cristo. Es necesario alimentarnos de Cristo. Nuestro organismo necesita de todo para poder vivir: vitaminas, proteínas, etc.; para ello ingerimos distintos tipos de alimentos. Todo lo que necesita nuestra vida espiritual lo tenemos en Jesús. ¡Cuántas personas acuden en busca de alimento espiritual a muchas mesas y a muchos platos, pero de ninguna salen satisfechos!

Lo cierto es que la sociedad de hoy trata por todos los medios de darnos todo lo que pidamos incluso lo que no pedimos; crea necesidades para llenarnos de “todo” pero lo cierto es que lo único que nos puede llenar y dejar saciados, es el alimento que Cristo nos da en la Eucaristía, ese alimento es el único capaz de dejarnos “satisfechos” totalmente y no sólo para un determinado tiempo, sino para la “eternidad”.

Que así sea en nosotros. Ojalá que los que nos llamamos cristianos seamos capaces de identificar este alimento tan necesario para nuestras vidas y que tan “llenos” nos deja, cuando lo hacemos con fe en Cristo que nos alimenta y en los hermanos con los que compartimos ese otro pan, que también necesitan.

Antonio Javier Mendoza Gil
(Diácono Permanente de la Parroquia de El Pilar)