Antonio López Soria. Licenciado en teología

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16 de octubre de 2021

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Santiago y Juan le piden a Jesús sentarse a su derecha y a su izquierda. Desean el mejor puesto, flanqueando al Señor. ¿Os acordáis cuando éramos niños y jugábamos al pillao? Decíamos: “por mí, por todos mis compañeros, por mí el primero”. ¡Primero, Claro! Desde bien chiquiticos, el ímpetu de ser el primero.

Los hijos de Zebedeo tantean al Señor, urgiéndole a que les concedan lo que quieren pedirle. Han pasado dos mil años y seguimos acercándonos a Jesús pidiéndole que se haga lo que nosotros queremos. ¿Y lo que quiere Jesús qué? Aun así, Jesús sigue abierto a nuestras necesidades “¿qué queréis que haga por vosotros?”, pese a la demanda de pedir por los mejores puestos. Para ofrecerse a coger una azada y hacer una zanja doblando el riñón, para eso no corremos a ser los primeros. Lo que anhelan estos dos apóstoles es una esperanza orientada a lo terrenal, olvidando que la comunidad creyente no tiene que basarse en el poder. De ahí la reacción de Jesús “no sabéis lo que pedís”.

Jesús pide una comunidad sin poder, lo cual no significa que sea sin autoridad; la cual comienza en la respuesta a Dios, con el bautizo y el seguimiento, y en el discipulado no exento de amargura en el cáliz que hay que beber, pero “sí, podemos”. Una autoridad entendida como servicio; ¿quieres ser el más grande? ¡Pues sé el servidor! ¿Quieres ser el primero? ¡Pues sé esclavo de todos!

Esclavo, en griego δούλος, entendido como ‘siervo De Dios’, o al servicio De Dios. No al servicio de los “jefes de las naciones” que “gobiernan tiránicamente”, o de los “magnates” que “oprimen”. Sin entrar a hacer valoraciones en política (¡menuda sagatina!), pero sí rezando por los políticos y gobernantes (sean del signo que sean) como llevamos haciendo la comunidad creyente desde tiempo inmemorial. Podemos vislumbrar un toque de atención a todas aquellas personas que desempeñan un ‘cargo’, y comprender que el servicio a los demás no pasa ni por la tiranía ni por la opresión de aquellos que tienes a tu cargo.

También podemos situarnos en el plano de la autocrítica. Por un lado, llamando la atención para no anhelar los mejores puestos, sino ansiar las mejores formas de servicio.

¿Pero qué me dicen de los diez apóstoles restantes? “Se indignaron contra Santiago y Juan”, la disputa interna estaba servida, y una vez más Jesús tiene que volver, de nuevo, a situar en el centro de la enseñanza el SERVICIO, “no he venido a ser servido, sino a servir”.

Cuando desempeñamos cargos de responsabilidad como “jefes” y “magnates” ¿Cómo es nuestro gobierno? ¿Nos alejamos de la tiranía y opresión terrenal del ‘ego’ y nos acercamos al servicio, el amor y la voluntad de Dios? ¿andamos preocupados por ver qué puestos ocupar? Y el resto ¿se indignan y se dispersan en la indignación? 

La Iglesia es una cuando se enraíza en torno al Señor Jesús, fiel a su compromiso bautismal, entregada al servicio, renovada en su generosa y hermosísima respuesta vocacional, y con un valiente y fecundo testimonio.

Y aunque el sentir de algunos pueda ser el ‘aprovecharse de su autoridad’, bien nos recuerda Jesús “¡no tiene que ser así entre vosotros!”, ya no tenemos que afanarnos, correr, a ser el primero; esa no es la lógica de Jesús, al contrario, es convertirnos en el servidor de todos, redescubriendo la alegría del Evangelio en la entrega de la propia vida al servicio del prójimo, del que está próximo a nosotros.

El Sínodo sobre la sinodalidad, una nueva y hermosa oportunidad para decirle a Dios lo que queremos como comunidad creyente, para que cuando, de nuevo, nos pregunte Jesús “¿qué queréis que haga por vosotros?” le contestemos:….