Manuel de Diego Martín
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27 de abril de 2013
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Todos los cristianos cuando recitamos el Credo, la primero que decimos es “Creo en Dios Padre todopoderoso creador del cielo y de la tierra”. Esta afirmación que hacemos desde la fe, ¿podemos hacerla también desde la razón, desde la inteligencia humana?
El otro día se pronunció una conferencia en los Ángeles de California por el célebre científico británico Stefan Hawking, en la que afirmaba taxativamente: “El universo no necesitó ayuda divina para formarse”. ¿Con quién nos quedamos, con el Credo o con el científico? Leyendo las afirmaciones del mismo, vemos que no le falta ironía y sentido del humor. Por otra parte es tan mediático que la gente hizo colas de doce horas para poder entrar en la conferencia. Ante los pobres crédulos que para explicarse el origen del mundo tienen que echar mano de seres divinos, con cierto humor se preguntaba:“¿Qué estaba haciendo Dios antes de la divina creación, estaba preparando el infierno para la gente que quiere explicar el origen de este mundo de otra manera?
Se mofa Stefan Hawking de los que buscan soluciones divinas para explicar el origen del cosmos. Fuera de bromas, no hay científico, no hay físico, por más listo que sea, que pueda explicar desde la física el origen absoluto del mundo, es decir, el paso de la nada al ser. Este no es un problema físico, es un problema metafísico. La ciencia en este campo se encuentra ante un callejón sin salida.
Nosotros creemos por la Revelación del Libro Santo en la existencia de este Dios creador del cielo y tierra. Esta es nuestra fe. Pero además de la Biblia tenemos la razón humana que profundizando nos lleva a la misma conclusión. Las grandes inteligencias como Aristóteles, Platón, S. Agustín, santo Tomás… desde la razón, desde la reflexión metafísica sobre el ser, llegaron a la conclusión de que no hay un efecto sin causa y que de la nada no sale nada. Si hoy miramos al cosmos y vemos algo, es porque antes había un Alguien con mayúscula al que llamamos Dios.
Así pues cuando afirmamos a Dios como creador de cielo y tierra, Sr. Stefan, afirmamos una verdad de fe, pero también una verdad de razón. Para nosotros la fe que profesamos es razonable.