Pablo Bermejo

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7 de julio de 2007

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Te lo digo, los tíos estamos condenados. ¿Y las tías no?, le inquirí. Mi amigo le había puesto los cuernos a su novia por tercera vez y me estaba contando lo mal que se sentía. Mi situación era bastante complicada porque en principio ella había sido mi amiga y a él lo había conocido porque comenzó a salir con ella. Pero bueno, a veces te pillan por banda para hacerte escuchar cosas que desearías no saber. En parte le entendía porque más o menos tengo su edad, pero algunos detalles se llevaban la palma.

‘Es que, para que me entiendas, estaba con ella tomando unas cervezas en un pub y vi que la camarera me miraba mucho y me sonrió. Pues ese día ya me fui jodido a casa porque pensaba que podría haber ligado con ella. Le dije que no lo pensara más y que rompiera con su novia pues no se lo merecía, pero él me dijo que no se atrevía. No le pregunté cuál era el motivo de su no atrevimiento, pero le pregunté de qué manera le gustaba a su novia que le demostrara que la quería.

Después de apagar su quinto cigarro casi seguido, me dijo: ‘Le encanta que me acuerde de todas las fechas, que conozca a todas sus amigas, que siempre encuentre tiempo para ella… No sé, esas cosas.’ Entonces le sugerí que si no se atrevía a romper con ella, que añadiera a la lista demostraciones de amor el no ponerle los cuernos. ‘Cuando una chica esté a tu alcance, o creas que lo está, y tu cerebro se vuelva líquido por las ganas de vivir y experimentar, piensa que es en esas situaciones cuando más se demuestra el amor que sientas hacia ella. Si siempre te cuesta aguantar, rompe con ella, por favor’.

Es un problema cuando tenemos que tomar decisiones importantes en momentos de debilidad, pero es entonces cuando más se requiere tomarlas. Estuvimos un buen rato callados, él pensando en su condenación y yo en si debía decírselo a mi amiga suavemente. ‘Estoy condenado, te lo digo. No voy a poder ser fiel nunca’. ‘Tu condenación’, le contesté, ‘es que no quieres a tu novia’. Giró un poco el cuello como diciendo que tal vez, pero no pareció afectarle mucho la idea. Nos despedimos y hasta cuatro meses después no rompió con ella.