Francisco San José Palomar

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17 de abril de 2021

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La Iglesia, en este tiempo pascual, goza de las enseñanzas que Jesús ofrece a sus discípulos en sus diversas apariciones.  En este tercer domingo de Pascua el Evangelio dice: “Entonces les abrió el entendimiento”.

¡Qué maravilla es entender! Sobre todo, cuando el acontecimiento proviene de Dios, pues su modo de proceder es tan diferente del nuestro. Los apóstoles no acababan de entender y se ponían tristes cuando Jesús les hablaba de que tenía que padecer, morir y al tercer día resucitar.

Ahora al experimentar que Jesús, tras morir crucificado vive glorioso y resucitado, es cuando comprenden las palabras del Señor, el Misterio Pascual: “Esto es lo que os decía cuando estaba con vosotros. El Mesías padecerá, resucitará al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados”. (Lc 24, 44) 

El escritor y monje T. Merton escribe atinadamente: “Por amor al Padre es por lo que Jesús elige el modo de la humillación y de la renuncia a todo poder, para salvar al hombre por el amor, la misericordia y el sacrificio propio”.

San Pedro de forma valiente, dirigiéndose a los israelitas les dice: “Matasteis al autor de la vida”, pero esta es la gran Noticia, “Dios lo resucitó de entre los muertos”, y añade: “Y nosotros somos testigos”. Hermoso ejemplo es del apóstol anunciando lo que ha presenciado y vivido.

Los frutos espirituales de la Pascua deben llegar también a nosotros, cristianos del siglo XXI. La Iglesia siemprecelebra la Pascua. Todos sus sacramentos brotan del costado de Cristo muerto y Resucitado. La misma existencia humana tiene una “estructura pascual”: No hay victoria sin lucha – Si no se siembra, no hay cosecha – No hay aprobación de curso si no hincas los codos – “La mujer antes del parto sufre, pero se llena de gozo con el niño nacido”. En definitiva, Es el amor y el trabajo, la entrega a los demás y el esfuerzo humilde por sembrar, lo que nos lleva al gozo de la salvación, a la cosecha de hermosos frutos espirituales”.