Francisco San José Palomar

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22 de abril de 2023

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Todo fue muy fuerte. Los discípulos de Jesús quedaron muy tocados. Tomás en la fe, Pedro en su seguridad y otros en la esperanza. 

Los discípulos que caminan hacia Emaús han perdido toda esperanza. Caminan tristes, desalentados, su ánimo está por los suelos.

Un desconocido se les acerca por el camino y entabla conversación con ellos que gira en torno a lo ocurrido en Jerusalén los últimos días. ¿Qué es lo ocurrido?, pregunta el desconocido. Y ellos, en tono triste y desanimado le hablan de Jesús de Nazaret “poderoso en obras y palabras” pero que, al final, fue condenado y ejecutado por los jefes de los judíos. Y en este momento salta su desilusionado estado de ánimo: “Nosotros esperábamos que fuera el futuro liberador de Israel. Cierto que algunas mujeres han venido diciendo…” ¡Cosa de mujeres! 

Entonces, el acompañante empieza a hablarles del Mesías, de todo lo anunciado por los profetas, de cómo tenía que padecer y morir para resucitar al tercer día. Están entusiasmados escuchándole y el camino se les ha hecho corto. Llegan ya a Emaús y le invitan a que se quede a cenar con ellos. Y en el gesto característico de Jesús: “Al partir el pan, lo reconocieron”. Entusiasmados, llenos de alegría. aunque ya es tarde, toman viaje de regreso a Jerusalén.  Hay que contar a los compañeros lo que les ha ocurrido. 

La esperanza es la virtud teologal que ayuda a los seres humanos a caminar. Hombre o mujer, joven o adulto, labriego o investigador, capellán de hospital o misionero en África, todos son alentados en su quehacer por la esperanza. 

Signos de esperanza son:

Cada uno de nosotros seremos “signos de esperanza” si amamos nuestra profesión y ponemos nuestro mejor empeño en dar lo mejor de nosotros en bien de los demás.  

Francisco San José Palomar
Sacerdote diocesano