Antonio García Ramírez

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5 de enero de 2025

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Estos días previos a la noche de Reyes, circula por las redes sociales el siguiente poema de Miguel de Unamuno, recogido en su Cancionero, escrito entre 1928 y 1936.

Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.

Gracias, padre, que ya siento
que se va mi pubertad;
vuelvo a los días rosados
en que hijo no más.

Hijo de mis hijos ahora
y sin masculinidad
siento nacer en mi seno
maternal virginidad.

 

El autor de Niebla y San Manuel Bueno, mártir expresa los sentimientos e ideas que evocamos al mencionar la noche de Reyes. Por un lado, el hecho de crecer nos obliga a dejar de ser pequeños. Por otro, surge la necesidad de empequeñecernos para entrar en lo realmente importante.

Nuestra sociedad científico-técnica se caracteriza, entre otras cosas, por el desencantamiento del mundo. Y cuando las cosas dejan de estar encantadas, todo se materializa, y los sueños pasan a ser considerados una pérdida de tiempo.

No valoramos los juegos. Jugar nos pone en relación con los demás, creando vínculos de gratuidad. Los juegos no tienen que ver con la ganancia ni el provecho. Solemos decir que los juegos son para los niños. Igual que los sueños, igual que la inocencia, igual que las sonrisas.

Y, sin embargo, si no nos hacemos como niños, no entraremos en el Reino de los Cielos. Si no soñamos, si no reímos, si no jugamos, no comprenderemos el sentido de las bienaventuranzas.

Aún estamos a tiempo de achicarnos y así regresar a esa bendita infancia en la que vivir es soñar.

Feliz noche de Reyes.