Manuel de Diego Martín

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27 de septiembre de 2014

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Estos días en las lecturas de la Misa hemos leído el Libro de los Proverbios que nos dice que no añadamos ni quitemos nada a la Palabra de Dios. Apoyados en la Biblia y desde nuestra fe cristiana, sabemos que hay principios inamovibles, palabras dichas de una vez para siempre, que expresan la voluntad del Creador. Una de esas es la que está escrita en el Decálogo, con letras de piedra, que nos dice: “Nomatarás”.

Y mira por dónde, cuando confías tu voto a personas que crees, y así lo han prometido solemnemente, de que van a respetar estos principios, luego llegan y añaden y quitan lo que les parece invalidando esa santa ley. Luego se justifican y lo adornan con palabras bonitas, diciendo que lo hacen para conseguir el mayor consenso posible, y al menor precio, cuando se sabe que ese dichoso precio es una posible pérdida de votos. Pero esto ¿cómo se puede guisar y comer? Ya vemos que no faltan oportunistas cocineros.

Cada mes, el día 25, nos reunimos en el Altozano un grupo de ciudadanos de una Asociación “Pro Vida” para levantar la pancarta y gritar: “No matarás”, a la vez que escuchamos mensajes que nos ayuden a vivir este compromiso. Este jueves pasado me preguntaba a mí mismo: ¿Merece la pena seguir gritando si en nuestra sociedad la sordera para escuchar este grito es cada vez mayor? Y me respondo, hay que seguir gritando, no podemos dejar de gritar, ya que si gritamos, existimos, porque seguimos teniendo conciencia de que la vida es el primer valor para el ser humano.

Y cuando nos convoquen a nuevas elecciones ¿a quiénes podremos votar? ¿No surgirán líderes desde el humanismo cristiano que den cauce a tantas gentes que piden racionalidad en este tema, afirmando que el primer derecho de todo ser humano es el derecho a vivir? Los que niegan este principio, ¿Qué podrán ofrecer para poder llevar una vida llena de sentido si no respetan la dignidad de todos? No nos conformamos con que nos llenen los ojos de pan, y nos engañen en la dimensión más fundamental del ser humano que es el derecho a existir. Por eso seguimos gritando y recordamos aquellos versos de Quevedo al omnipotente Duque de Olivares: “No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”. Hoy quiero decir lo que siento. Y siento que el primer fundamento de toda convivencia humana es respetar la vida del otro.