+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos

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10 de enero de 2015

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Queridos Magos de Oriente:

Os escribí hace ya muchos años, siendo niño. Y recuerdo que lo hice con lapicero, en una hoja arrancada del cuaderno escolar. Los niños no conocíamos en aquel tiempo los folios, ni se regalaban bolígrafos de propaganda, como hoy. Desde entonces no había vuelto a escribiros. Quizá es que me hice mayor, pragmático y crítico, y, consecuentemente, perdí la ingenuidad. Reconozco que para creer en vosotros hay que saber soñar despiertos y no cerrarse nunca a las sorpresas.

Me hubiera gustado haceros algunas preguntas: Si los camellos eran de verdad y cómo fue lo de la estrella… Quiero decir: Si lo vuestro fue tal cual o es, más bien, una representación simbólica, tejida con las mimbres de los profetas, para dar cuenta del anhelo interior del espíritu humano, peregrino y buscador de la Luz. Dispensadme la divagación, hija del espíritu crítico que nunca se acalla.    

Tal y como el Evangelio os pinta, teníais que ser muy buena gente, personas de fiar. Todo el que mira a las estrellas, se atreve a leer sus guiños y a dejarse guiar por la estela luminosa que dejan los cometas o los meteoritos tiene que ser buena persona, muy buena persona.

La escucha del corazón, donde Dios siempre habla, y la búsqueda de nuevas experiencias os dieron fuerzas para vencer las comodidades y los apegos al terreno trillado, para afrontar riesgos y superar dificultades, para perseverar en el empeño cuando todo se oscurecía a vuestro lado. Pero lo que más me admira de vosotros es que fuerais capaces de reconocer en un recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre, al que es la Luz del mundo. Para eso, además de ser buena gente, hay que ser muy limpios de corazón.

¿Qué queréis que os pida? Me sumo a lo que os pedía en su carta mi amigo Rafa.

Traed fuego para quemar todo lo que huele a corrupción, fraude, chantaje, sobresueldos y dinero negro. ¡Hay por aquí tanto que huele a podrido! Haced lo imposible para acabar con el hambre y la injusticia; por desterrar la cultura de confrontación belicista, el negocio criminal de las armas, los niños soldados, la trata de personas y todas las esclavitudes que todavía perduran. Que en el ámbito político se acabe el exceso de confrontación y se esté dispuesto a apoyar todo lo que redunde en bien de los ciudadanos, aunque la iniciativa proceda del adversario político. Que se multipliquen las oportunidades para crear puestos de trabajo y se abran las manos para compartir. (Al que no lo haga, echadle sólo carbón). Que prevalezca la transparencia y la cultura de la verdad; y que al que miente, le crezca tanto la nariz que no pueda ni salir a la calle. Que vivamos sencillamente para que otros sencillamente vivan. Que se defiendan las fuentes de la vida y las vidas más débiles; que sientan vergüenza todos los que promueven la cultura de la muerte. Que se cuide la tierra, que no se la destruya con el expolio y la sobreexplotación. Que se multiplique la gente sencilla, llena de fe y que rebosa ternura, como el Papa Francisco. Que se multipliquen las instituciones y organizaciones por la paz y el desarrollo, como Cáritas, Manos Unidas, Cruz Roja y tantas otras.

Decidle a los hombres que abran las puertas y ventanas del alma para acoger el regalo más grande y mejor, el que más necesita el mundo de hoy y de siempre: Dios mismo, que se nos da hecho Niño, que ha tomado rostro de hombre, para que todo hombre que sea capaz de hacerse como un niño, tenga rostro divino.

En fin, que todos los hombres podamos rezar y vivir el Padre Nuestro. Y de paso, cuando os postréis ante el Niño, le decís al oído que, como estamos celebrando el Año de la Vida Consagrada, nos envíe para la diócesis de Albacete algunas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, que las necesitamos.Y que nos envíe también muchos jóvenes con vocación de formar matrimonios cristianos. Gracias por anticipado. Un abrazo.

Posdata: No os olvidéis de regresar a vuestras casas por otro camino. No vayáis al palacio de Herodes, que no es de fiar.