Francisco San José Palomar

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20 de junio de 2020

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Hasta tres veces, en el evangelio de hoy, dice Jesús a sus apóstoles: “No tengáis miedo”. Miedo a proclamar la verdad por El proclamada: “Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea”.(Mateo 10, 26-33)

Jesús alienta a los apóstoles para no callar la verdad evangélica, a que tengan la valentía de comprometerse con la verdad. Porque son objeto de la ternura del Padre: “hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados” y por qué ponerse del lado de Él, les asegura la benevolencia de su Padre del cielo.

La valentía y el compromiso por la verdad no son nada fáciles, pues trae consecuencias de represión, de descalificación. No digamos lo fácilmente que hoy se calla la verdad, se fabrican noticias falsas y se da por verdad lo que es un “relato inventado”. 

Hay que decir claramente que la mentira, el engaño y las triquiñuelas denotan “una manera de ser” falsa, hipócrita y autoritaria, muchas veces, y cobarde, otras.

Por contra, el servicio a la verdad no significa temeridad; es simplemente un ejercicio de fidelidad realizado desde “el amor a la verdad y a las personas”. Ya el apóstol san Pablo nos exhortaba a “Construir la verdad en el amor”. (Ef 4, 15)

“La verdad y el amor” no se pueden disociar, deben ir siempre unidos porque esa es la realidad cristiana por antonomasia. No puede un marido decir a su mujer ¡te amo! a base de mentiras. Ni se puede echar a la cara con violencia la verdad. ¡Es que es la verdad! Santa Teresa de Calcuta decía: “La verdad sin amor te hace hiriente”. 

Todos deberíamos reflexionar sobre cómo es nuestra relación con los demás, ya sea en la casa, sea en la profesión o sea en los grupos a los que pertenecemos; pero, de una manera especial, los profesionales de los Medios de Comunicación y los pastores de la Iglesia. Ese ejercicio público que realizamos puede ser maravilloso o puede convertirse en un auténtico destrozo de las personas y de la convivencia social.

Siempre es oportuno recordar algo que sabe cualquiera: “La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras”. El profeta Jeremías ya clamaba: “Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos –oráculo del Señor– que los cuentan para extraviar a mi pueblo con sus embustes y jactancias”. 

Amablemente, no dejemos de aplicar a la propia vida todo lo que comentamos para los demás.