José Joaquín Martínez Ramón
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24 de septiembre de 2022
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Recordando la última frase del evangelio del domingo pasado: “No podéis servir a Dios y al dinero”, hoy en la misma línea se nos habla de personas concretas con nombre y rostro, en las que vemos los efectos de la riqueza y de la pobreza: el rico Epulón y el pobre Lázaro. Estos dos personajes representan a dos colectivos que siempre han estado presentes a lo largo de la historia. Ya 700 años antes de Cristo el profeta Amós en la primera lectura denunciaba que los ricos vivían entre lujos y banquetes con las riquezas que habían adquirido injustamente (la gente rica que vivía en la montaña de Samaria tenía por ejemplo camas con incrustaciones de marfil, siempre de fiestas y banquetes, con una vida despreocupada…) pero esto tendrá los días contados, dice el profeta, pronto llegarán los enemigos asirios y destruirán todo y todos serán deportados.
El rico del evangelio tenía un problema: era un problema de visión. No veía al pobre. Cada vez que entraba o salía de su casa, no era capaz de ver a este pobre hombre echado ahí en el suelo. Ni tampoco era capaz de verlo cuando venía a recoger las migajas que caían de sus mesa. Para el rico, el pobre Lázaro era como invisible. Pero la muerte lo arregló todo. Lázaro fue al seno de Abrahán. Y el rico al infierno. Y ahí desde el infierno ahora si que empieza a ver. Ve a Lázaro en el seno de Abrahan y le hace tres peticiones: que venga a servirle, le pide que avise a sus hermanos y que ocurra algo extraordinario. La respuesta de Abrahan siempre es la misma: ni el miedo ni algo extraordinario podrán cambiar el corazón de las personas, sino el trabajo de cada día, la construcción interior como personas y como creyentes.
Hoy también nos hacemos estas preguntas: ¿quién tiene las manos limpias de toda codicia? ¿quién tiene ojos para ver al pobre? ¿quién ha tomado realmente su vida entre sus manos e intenta seguir a Jesucristo con verdad? Timoteo lo resume todo con una sola frase: “el amor al dinero es la raíz de todos los males”. Es cierto que nadie está libre de la tentación de la codicia. Sin embargo si tu quieres tienes las mejores armas para el combate de la vida y para lograr fundamentar tu vida solo en Dios (único que puede realmente dar consistencia a tu vida). Porque para el cristiano el objetivo último es la vida eterna a la que hemos sido llamados por gracia de Dios. Esto lo tenia muy claro san Felipe Neri con esa famosa frase que decía: “Paraíso, paraíso, prefiero el paraíso”. Por encima de todo cargo o reconocimiento social, por encima de todo apego… mi corazón está puesto en la vida eterna. Ojala también sea así en cada uno de nosotros.
El próximo 30 de septiembre se cumplen cincuenta años de la bendición del nuevo templo y comienzo de la vida parroquial de la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias y San Felipe Neri. Una parroquia que comenzó sus primeros pasos en la capilla de las religiosas Adoratrices del Hogar y Talleres Nuestra Señora de los Llanos de la Obra de Protección a la mujer, en la calle Ángel de nuestra ciudad. Y allí estuvo hasta 2017 cuando nos trasladamos a la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri. Son cincuenta años de historia llenos de muchas bendiciones. Hay mucho que agradecer a Dios, por eso este año será un año de jubileo y de accion de gracias muy especial. Los actos de celebración comenzarán con una Eucaristía presidida por nuestro obispo Don Ángel Fernández el próximo domingo 16 de octubre a las ocho de la tarde, ¡estáis todos invitados!
José Joaquín Martínez Ramón
Párroco de Ntra. Sra. de las Angustias y San Felipe Neri