Antonio García Ramírez

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30 de junio de 2024

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Dos mujeres, dos rostros con historia. Sorprende la fuerza de estos dos relatos del evangelio de hoy, entremezclados en medio de una gran multitud. Dos historias donde aparecen dos mujeres flageladas, pero no sin esperanza sanadora: una por una larga enfermedad que la había dejado sin dinero (hemorroisa) y la otra, en peligro de muerte a la temprana edad de doce años (la hija de Jairo). Ambas mujeres anónimas estaban en medio de una gran multitud, siglos más tarde la tradición identificó a la primera mujer con el nombre de Verónica. La multitud apretuja, despersonaliza, ignora y minusvalora a los débiles. Aquella multitud se parece a nuestra sociedad de masas en los que las personas se convierten en números y porcentajes.

Mujeres y Jesús Nazareno. No destacaremos nunca lo suficiente la ruptura que supone el movimiento socio religioso que inició Jesús en lo que se refiere a las mujeres. Los evangelios dejan constancia de que las acepta como discípulas misioneras. Escuchan su palabra, la aprenden y la asumen como norma de vida. Se dejó tocar por la mano de la hemorroísa, toma la mano de la hija de Jairo con su mano. Manos extendidas que se encuentran en la compasión. Manos portadoras de salud y vida. Sin duda estos relatos no pasaron desapercibidos en las comunidades cristianas paulinas, en las que se proclamaba que en Cristo no había distinción entre judío y pagano, entre varón y mujer. En la actualidad la peligrosa tendencia clericalista sigue sin asumir el acento igualitario entre hombres y mujeres que implica el cristianismo.

La que nos despierta y levanta. El maestro Jesús que calma la tempestad en el lago y pide fe a sus discípulos, ahora reconoce y ensalza la fe de la hemorroísa. El encuentro con el Señor es personal. La vida postrada y dormida se convierte a través de la fe en sanación y alegría. Ayer como hoy, la fuerza que emana de la vida en Cristo cambia la historia personal de muchas personas. Estas a su vez se convierten en testigos que ojalá comuniquen el evangelio a los postrados en los caminos.

 

Antonio García Ramírez
Párroco San Isidro, Almansa